La
metafísica nos dice que somos un microcosmos del universo. Eso significa que en
nuestro interior poseemos hasta cierto punto todas las energías. En nuestros
cuerpos físicos y sutiles radican todas las vibraciones de energía inherentes
al universo. Esta vibración puede ser a la vez física y no física, implicando
energías tangibles e intangibles. La mayoría de los seres humanos consideran
que es más fácil percibir la naturaleza física de una vibración, que es más
definible y tangible, como las cadencias en el aire a partir del sonido u otras
fuentes. Pero las vibraciones que no son sensiblemente físicas también nos
afectan y las notamos cuando se agudizan las percepciones.
Podemos
estimular un gran número de vibraciones por simpatía en el interior de nuestro
cuerpo y de nuestra mente aprendiendo a dirigir y controlar nuestra voz y
utilizando ciertos instrumentos musicales, tono y clases de música. Donde hay
desequilibrio, podemos utilizar el sonido dirigido para volver a los parámetros
normales. Poseemos la capacidad de hacer resonar toda vibración de sonido o
responder a ella, ya sea positiva o negativa. Debemos mantenernos alerta a los
sonidos de nuestro entorno y fortalecer nuestras energías a fin de que sólo se
filtren en nuestro campo de energía los sonidos beneficiosos.
Para que se
transmita una vibración resonante hacen falta tres condiciones: Primero, debe
haber una fuente de energía vibrante original, que puede ser el pensamiento,
los sonidos, colores, instrumentos musicales o voces. Segundo, debe existir un
medio de transmisión; para los humanos, el aire es el transmisor más corriente,
en el que el movimiento vibrante pasa de una molécula de aire a otra en forma
sucesiva. El oído humano puede captar entre 16 y 20.000 vibraciones por
segundo. No obstante, el cuerpo humano puede seguir notando pulsaciones que no
se oyen. Aquellos que han desarrollado la capacidad psíquica de la
clariaudiencia han aumentado su propia energía para captar incluso índices de
vibración superiores. Tercero, tiene que haber un receptor de la vibración, que
reciba y responda a la vibración emitida. Todo nuestro cuerpo funciona como una
caja de resonancia con la capacidad de responder a múltiples vibraciones; esta
recepción y respuesta puede darse por simpatía o de manera forzada.
La vibración
por simpatía (resonancia) se produce cuando dos o más cuerpos tienen unas
frecuencias de vibraciones similares o idénticas que las hacen compatibles. El
factor más importante en la resonancia por simpatía es la disponibilidad de la
persona a responder de una manera específica. Esto nos revela mucho sobre las
relaciones que establecemos, y esclarece el axioma oculto: Cuando el discípulo
está preparado, el maestro aparece. A través de la resonancia por simpatía se
establece la relación de grupo y los individuos responden a las energías de los
demás. A causa de esta cualidad, enseñar será simplemente ayudar a alguien a
tomar consciencia de lo que ya sabe. En los grupos que se juntan con un objetivo
concreto, tal objetivo constituye el medio para establecer la resonancia por
simpatía entre los participantes del grupo.
La
resonancia forzada se produce cuando dos sistemas de energía poseen frecuencias
distintas, y la vibración más potente se transmite al otro por medio de la
fuerza. Esto tiene aspectos positivos y negativos (los principios del sonido
son neutrales y sólo su aplicación determina la bondad o maldad inherentes).
Como resultado de una resonancia forzada pueden producirse distintas formas y
manifestaciones de magia negra y abuso del poder de la mente. Muchos se ven
atrapados en esta práctica por su impresionante fuerza. También a causa de la
resonancia forzada se dan fenómenos como los de la influencia mutua. La fuerza
o energía combinadas del grupo arrolla la energía de uno de los individuos y lo
fuerza hacia la resonancia con todo el grupo. Pero la resonancia forzada, bien
comprendida y correctamente usada, puede utilizarse para superar estados de
desequilibrio en el cuerpo y para conseguir que distintos órganos y sistemas
vuelvan a su funcionamiento normal. Para destruir pautas de energía negativa
limitadora pueden utilizarse tonos altos. Pueden usarse también para crear una
intensidad en el campo que lleve a una mejora global.
Estos
aspectos de la resonancia nos ayudan a explicar los sentimientos de simpatía y
antipatía que experimentamos con distintas personas. Cuando dos o más energías
o realidades vibrantes se sincronizan o entran en resonancia mutua por simpatía
o por fuerza – se produce la transmisión. Las personas entran en fase,
mezclándose y fusionándose en una combinada armonía de vibraciones. Es por esto
que los grupos ocultos sólo poseen la fuerza de su miembro más débil. Cuando
los sonidos influyen en el cuerpo humano, la resonancia puede tener efectos
beneficiosos o perjudiciales. El cuerpo humano es bioeléctrico. Nuestros campos
áureos constituyen campos de energía electromagnética que rodean nuestro cuerpo
físico. Estamos constantemente emitiendo (aspecto eléctrico) y absorbiendo
(aspecto magnético) energía. Siempre que establecemos una actuación recíproca
con otra persona, se produce un intercambio de vibraciones de energía. A menos
que aprendamos a reconocerlos y a despejar nuestros campos, acabaremos con
problemas físicos, emocionales, mentales y espirituales. El poder secreto de la
palabra en parte implica el control y la dirección de nuestra propia resonancia
con otras energías, de ahí la importancia de que aprendamos a diferenciarlas.
El ritmo
puede provocar cambios en los estados físicos, la melodía en los estados
emocionales y mentales, y la armonía tiene la capacidad de elevar la
consciencia al grado espiritual. Los cantos, mantras, plegarias, canciones,
narraciones, música y lenguaje utilizan el ritmo, la melodía y la armonía para
alcanzar la unión de cuerpo, mente y espíritu. Prácticamente en todas las
sociedades ha existido lo que se denomina el canto de lo absoluto, o la canción
triple. A nivel numerológico, el tres es el gran número creativo. Es el número
del artista, el músico, el poeta y el místico. Este canto triple utiliza tres
aspectos del principio del sonido sagrado:
- Ritmo:
a partir del cual nace todo el movimiento en el universo.
- Melodía:
a partir de la cual nace la actuación recíproca entre lo divino y lo físico y
nuestras interacciones con otras formas de vida.
- Armonía:
a partir de la cual nace el auténtico poder espiritual que se manifiesta en el
universo y en los seres humanos cuando se han armonizado las actuaciones
recíprocas con todos los elementos de la vida.
El ritmo es
el pulso de la vida y afecta todos los estados físicos. Puede utilizarse para
restablecer las pulsaciones normales y saludables en una persona. Cuando nos
exponemos a un ritmo regular y estable se desencadena una resonancia en los
propios ritmos naturales del cuerpo. Los ritmos externos pueden activar una
resonancia forzada y una transmisión de nuestros ritmos internos. Esto posee
aplicaciones beneficiosas y perjudiciales. Determinados ritmos son anormales y
pueden crear problemas. Pueden provocar que el ritmo cardíaco normal pase a un
nivel perjudicial para la salud en el interior del cuerpo, como por ejemplo el
anapesto, ritmo utilizado por los Rolling Stones en algunos trabajos de los
años sesenta. Es también un ritmo empleado por ciertas bandas de rock, punk y
heavy metal. Durante los sesenta se llevaron a cabo investigaciones al
constatar que determinadas personas experimentaban problemas de respiración y
arritmias en relación con la música. El latido normal del corazón sigue una
pauta de da-da/da-da/da-da, y un ritmo anapéstico crea un ritmo cardíaco de
da-da-da/da-da-da, que es lo opuesto al latido normal, pudiendo afectar a todas
las funciones corporales. No es el único. Cualquier ritmo fuerte al que nos
exponemos durante un período suficientemente largo crea un estado de excitación
e hiperactividad en el interior del cuerpo a medida que entra en resonancia con
él.
Los ritmos
uniformes y dirigidos restablecen los ritmos corporales cuando éstos están
desequilibrados. Las personas con dolencias cardíacas, por ejemplo, sacan un
gran partido de la música barroca, que posee un ritmo tranquilizador y
revitalizador de las pulsaciones del corazón, por lo que a menudo se lo utiliza
en cirugía cardíaca. Su ritmo ayuda en la curación y el fortalecimiento del
corazón. Las pautas rítmicas siempre han formado parte del ritual y la
revitalización. Los ritmos puros, específicos, se asociaban a las ideas,
experiencias y procesos fisiológicos definidos. Las pautas de golpeteo del tambor
se refieren a las emociones y a la exploración de la consciencia interna. En
los procesos de curación, el ritmo (tambores, maracas, campanillas, gongs),
puede conferir vigor y estimular nuestras energías primigenias básicas. Los
ritmos, sobre todo los de instrumentos de percusión, activan el bazo y los
centros básicos de los chakras corporales, que están vinculados a las funciones
del sistema circulatorio, las suprarrenales y nuestra fuerza vital básica. Son
también nuestros centros de sexualidad: la expresión física de nuestra
espiritualidad vital dinámica.
El ritmo
estimula la energía física. El tamborileo puede constituir un medio para
aumentar el fluido sanguíneo por todo el cuerpo. El ritmo puede acelerar o
desacelerar los latidos del corazón así como el de todos los órganos
vinculados. El tambor posee una versatilidad de curación por medio de sus
ritmos de la cual carecen otros instrumentos. Además es fácil de manejar y
transportar.
Las maracas
y sus ritmos poseen la capacidad de vincular el despertar de la consciencia con
las energías del cosmos o los niveles de consciencia internos profundos, los
que pueden liberar una mayor cantidad de energía y potencia para el proceso de
purificación y curación. Las maracas son un instrumento de purificación.
Nosotros
mismos somos un sistema de energía bioquímico/ electromagnético. Nuestros
pensamientos y emociones activan distintas frecuencias de impulsos
electromagnéticos que actúan recíprocamente con nuestra bioquímica. Los
pensamientos y emociones negativos instauran unas pautas de energía inflexible
en el seno de nuestros campos áureos (algo muy parecido a la imagen de estática
de un aparato de televisión con una señal de recepción deficiente). Dichas
pautas son desviaciones de las auténticas pautas y frecuencias de energía que
nos son propias. Si no purificamos estos residuos de energía estática y
negativa, se mancillará toda energía que fluya hacia el cuerpo físico y a
través de él. El cuerpo etéreo constituye el filtro del físico. A diario
establecemos contacto con gran cantidad de residuos de energía que pueden
entrar en resonancia y adherirse a nuestra propia energía, tal como los grifos
acumulan minerales y residuos que impiden la libre circulación del agua. La
maraca es un instrumento rítmico que nos permite desprendernos de cualquier
residuo de energía que haya quedado en el fondo de nuestros filtros y centros
de mediación naturales. Su proceso es simple y lo puede realizar cualquier
persona aunque no tenga conocimientos musicales. Se agita la maraca
describiendo un círculo alrededor del cuerpo. Su sonido rítmico ayuda a aflojar
las pautas de energía inflexibles que se han acumulado en el cuerpo etéreo.
Seguidamente se agita la maraca a la vez que se la mueve de arriba abajo en el
punto central del cuerpo, en la parte frontal y en la posterior. Con ello se
sueltan los residuos de energía que se hayan acumulado en los centros de los
chakras o alrededor de éstos.
La melodía constituye el segundo aspecto de los
tres que posee la canción: ritmo, melodía y armonía. A partir de la melodía
aprendemos mucho sobre nuestras relaciones con las demás energías. Sin relación
no hay melodía; un todo por sí solo no crea una melodía, la que se forma al
situar un tono junto a otros. La melodía, recitada, cantada o interpretada con
un instrumento, apacigua y altera los estados emocionales y mentales. Equilibra
la tensión mental y también sirve para aliviar el dolor. Quién no ha visto a
una madre cantando o tarareando dulcemente junto al hijo que llora? (A menudo
la madre mece al mismo tiempo al niño, restituyendo su ritmo sedante en su
metabolismo). Al cantar junto al niño, la madre establece un vínculo entre sus
energías y las del pequeño (relación), por medio del cual lo calma, y equilibra
dolor y emoción. Es una forma de resonancia forzada sin tener consciencia de
ello. Resulta muy beneficioso y terapéutico canturrear en voz baja una dulce
melodía a lo largo del día al niño que todos llevamos dentro. Nos alivia la
tensión y ayuda a mantener el equilibrio.
Cada melodía
consta de tonos que nos afectan a varios niveles. Por ejemplo, de vuelta a casa
al salir del trabajo, si cantamos para nuestros adentros una sencilla melodía
de nuestra niñez, nos ayudará a purificar la energía desprendiéndonos de los
residuos negativos que hayamos podido acumular en el trabajo. Uno de los
mejores métodos para relajarse consiste en escuchar una melodía suave y
sencilla; no es necesario mucho tiempo para que surta efecto. Lo comprenderemos
perfectamente si en alguna ocasión hemos oído a alguien cantar un par de
estrofas de la canción de cuna de Brahms a un niño. Quienes no crean que una
sencilla melodía puede desencadenar tales efectos pueden ir mañana al trabajo
tarareando o silbando alguna estrofa de Pop, Goes the Weasel. A media mañana
nos sorprenderá el número de personas que está tarareando, cantando o silbando
el mismo aire.
La armonía constituye el tercer aspecto de la
canción. A través de ella vinculamos el poder de nuestra energía individual con
la energía de lo divino. La armonía no sólo encierra los aspectos físicos,
emocionales y mentales del sonido sagrado sino también el espiritual. En el
campo de la curación, cuanto más simple sea la melodía mejor. Al igual que en
la melodía, la relación de un tono con otro se refleja por medio de la armonía.
Un acorde consta de dos o más notas que suenan simultáneamente o se arreglan de
acuerdo con la armonía. Lo óptimo es interpretar el tono principal, así como un
armónico más. De esta forma se consigue armonizar los tonos para crear una
combinación de vibraciones y energía que no se conseguiría con un solo tono.
Trabajando con armonías conseguimos la clave de la transformación. Por medio de
ella llegaremos a alterar, transmutar, aumentar y disminuir, adaptar y cambiar
nuestras energías y capacidades a todos los niveles. La armonía nos permite
transmutar circunstancias de nuestro cuerpo físico y alterar nuestro estado de
consciencia. Al igual que el alquimista, convertimos el plomo de nuestra vida
en oro. Cuando encontramos las adecuadas combinaciones de tono, ritmo y armonía
somos capaces de desencadenar una resonancia en el interior del cuerpo, mente o
alma que nos permite corregir los desequilibrios y alcanzar estados de consciencia
más elevados.
Dicho
proceso se refleja en todos los aspectos de la vida. Se hace asimismo patente
en el proceso de desdoblamiento psíquico. Mientras trabajamos para desarrollar
una capacidad espiritual o un don psíquico, otros se abren de forma automática
armonizando con el primero. Empiezan a revelarnos aquellas áreas de expresión
compatibles con nuestro punto de concentración. Podemos denominar a este
proceso armonía espiritual.
A pesar de
que nos referimos a los tres elementos de forma diferenciada, todos tienen
múltiples funciones. El ritmo afecta básicamente a lo físico; la melodía afecta
a las emociones y pensamientos así como al cuerpo, y la armonía nos afecta a
todos los niveles: físico, emocional, mental y espiritual. Al aprender a utilizar
cada uno de estos elementos por separado y luego combinados, damos inicio a la
creación de la canción triple del absoluto. Aprendemos a modelar y dar forma a
las energías por medio de sus combinaciones de una forma creativa y
extraordinariamente mágica.
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