INTRODUCCIÓN
Cuando la
palabra de Dios entra en nuestras vidas, lo que viene realmente es el
pensamiento de Dios, cuando venimos a la iglesia
con un corazón dispuesto a recibir su palabra, estamos dejando entrar dentro
nuestro la mentalidad de Dios. Y cuando hablamos de la palabra
de Dios, nos estamos refiriendo a su pensamiento pues las palabras son la
expresión de la mentalidad y de los pensamientos. A través de su palabra,
Dios expresa lo que Él piensa, su mentalidad, y anhela que nuestra mente esté
llene de ella y por ende, de su pensamiento.
Si
tú le permites, Dios hará un trabajo destructivo en tu mente y batallar
continuamente a través de su palabra y de su Espíritu para destruir
todo pensamiento que no proviene de Él, que no puso ni plantó. Si tú lo
dejas, Él destruirá toda estructura mental, porque en nuestra mente
están nuestros límites. La mente es el primer territorio que la oscuridad
ataca; una vez que ha tomado autoridad en ella, avanza hacia otras áreas de
tu ser, como por ejemplo la voluntad y las emociones. La oscuridad siempre
intentará introducir nuevos estados de ánimo a través de nuevos
pensamientos, tratará de motivar la voluntad para inducirnos a hacer
determinadas cosas y actividades, por lo tanto la mente es un territorio
sumamente belicoso donde se desarrollan diariamente las guerras por las
victorias o el fracaso en el área espiritual.
Qué bueno es ir a la casa de
Dios, porque es allí donde El batalla contra los poderes de las tinieblas
que oprimen las mentes.
En nuestra mente es donde se define nuestra victoria o nuestra derrota
espiritual y en ello meditaremos hoy.
NUESTRAS
ARMAS NO SON CARNALES
Todo pecado,
antes de ser cometido en el mundo visible, ha sido concebido en el alma, y
dentro de esta, la primera área afectada es
la mente. La sabiduría, la inteligencia, la memoria, los recuerdos, las
imágenes, tienen que ver con la mente y esta afecta luego las emociones. La
mente es considerada como un territorio gobernado por las
tinieblas, antes que el creyente sea regenerado.
Pues aunque
andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra
milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia
a Cristo, estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra
obediencia sea perfecta.
Se utilizan las palabras “carne” y “carnalidad” para referirse a la vieja
naturaleza pecaminosa, o a la naturaleza humana; cuando Jesús dijo “lo que es nacido de la carne, carne es”, se estaba refiriendo al
ser humano, a la persona como cuerpo y alma; a eso alude la palabra “carne”. La naturaleza humana pues, incluye un área anímica o
psicológica y un área biológica, un cuerpo de carne y huesos, esas
dos áreas definen a la persona humana, y estoy dejando al espíritu para
después porque él debe ser vivificado y regenerado por Cristo, por
cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, . La muerte
se manifiesta primeramente en el espíritu, por lo tanto el hombre en su
estado natural es “carne con su espíritu muerto”, en otras palabras, está
desconectado de Dios y funciona el ser humano en su carne, pero su
espíritu está muerto.
Como
dijimos, “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es” De modo que hay un área que es espíritu y otra que es
cuerpo y alma. El apóstol Pablo dice que andamos en la carne, pero no militamos
según la carne, es decir, andamos con este cuerpo, funcionamos con esta
psiquis, mente, voluntad y emociones pero las armas de nuestra milicia
no tienen que ver con nuestro cuerpo, ni con nuestra mentalidad, ni con
nuestras emociones, nuestras armas no tienen origen en la personalidad
ni en el cuerpo del hombre. No echaremos a la oscuridad a golpes de puños,
porque la naturaleza de nuestra guerra no tiene origen en algo que pueda
hacer el cuerpo o el alma. “las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas para la destrucción de fortalezas…”, comienza a hablar de fortalezas
y luego lo siguiente refiere a “refutar argumentos”. Y éstos, ¿a qué área
pertenecen? ¡A la mente! Estamos hablando de la carne, que incluye el cuerpo,
la mente, la voluntad y las emociones. Nuestras armas no tienen nada que ver
con la habilidad del cuerpo, de nuestra mente, de nuestra voluntad y de
nuestras emociones pero no obstante, son poderosas en Dios para destruir fortalezas,
refutando y derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios. Y, ¿a qué área de nuestro ser pertenece el
conocimiento? Pertenece a la mente.
¿Qué está queriendo decir Pablo? Que Dios tiene armas para trabajar sobre
nuestras vidas que son poderosas y que operan en primer lugar destruyendo argumentos, altiveces que se levantan contra el
conocimiento y la revelación de Dios. Nada que tenga origen en el hombre
tiene capacidad o poder para la victoria espiritual, ni el mejor de los
pensamientos o emociones del hombre; generalmente confundimos pensamientos
y emociones porque nuestra alma tiene una habilidad impresionante de generar
pensamientos casi espirituales, de mimetizar y tomar apariencia de
espiritualidad.
¡Nuestra alma tiene habilidad de volverse religiosa!
Es capaz
de llorar delante de la presencia de Dios y tiene la destreza de engañar en
cuanto a nuestros pensamientos y sentimientos, hacernos creer que es espiritual
pero, ¡ella es carnal! Sólo tu espíritu es espiritual… tu mente, tu
voluntad y tus emociones son carnales, el alma del hombre fue afectada por el
pecado, nada puede producir el hombre que agrade a Dios. El pecado debe
ser perdonado por Cristo, pero Él no perdona el alma, ella no tiene un taller donde
ir a repararla, ¡es irrecuperable! Pertenece a tu naturaleza caída, corrompida,
entonces, ¿qué hace Dios con ella? ¡Él la quiere muerta!
Igualmente, el alma sirve para ser esclava pero no para ser amo; el alma
sometida a Dios, crucificada y muerta al mundo es
sumamente útil para Dios, sólo en esas condiciones puede tener vida para
Cristo. Dice que Él nos ha hecho partícipes en su muerte en la cruz del
calvario para que participemos también en su resurrección, de modo que opera en
nosotros tanto la muerte de Cristo, como su resurrección; si bien en
nosotros actúa la muerte por causa del pecado, también lo hace la resurrección
de Cristo por causa de la justificación y de la vida eterna que Dios ha
otorgado a los que creemos en Cristo Jesús como el Señor y Salvador.
¡Nada puedes hacer por tu salvación! ¡Nada que hagas sirve de algo! Ningún
esfuerzo de tu cuerpo, de tu mente, de tu alma, de tu voluntad, ni de tus emociones podrá lograr mover el “amperímetro” de Dios. Nada
que provenga del hombre, lo único que puedes hacer es arrodillarte delante
de Cristo y decirle: “creo en ti, Señor Jesús”. No es por obras sino por fe, no
hay nada que puedas inventar, argumentar, razonar, no hay lágrimas que
sirvan, lo único que sirve es la fe en Cristo Jesús nuestro único y suficiente
Señor y salvador. Él es nuestra esperanza, nuestra revelación, nuestra
sabiduría y nuestro conocimiento; Él murió y resucitó por nosotros, Él es todo
en nosotros. Si le das lugar a Dios, Él vendrá por su Espíritu a destruir todos
tus argumentos y se llevará cautivos todos los pensamientos en Cristo Jesús
Señor nuestro, derribará todo argumento y toda altivez que se levanta
contra todo conocimiento que viene de Dios.
Nada puede producir el hombre,
hasta nuestras buenas obras las produce Dios en nosotros.
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