El cuervo ha recibido a lo largo de la historia diferentes
significados simbólicos, en su mayoría tristes y poco halagüeños. Antes de
hacer un recorrido por algunos de ellos en varias épocas y culturas conviene
describir las características de esta ave, las cuales serán útiles para
entender las ideas que su contemplación traía a la mente. El cuervo, de plumaje
negro y brillante, es uno de los mayores paseriformes, es decir, uno de los
mayores “pajarillos”. Su fuerte pico se corresponde con su voraz alimentación
omnívora, dentro de la cual se encuentran la carroña y, en mucha menor medida,
las pequeñas presas. Su graznido es seco y monótono. Le gusta vivir a
considerable altitud, entre montañas y acantilados, si bien el hambre puede
hacerle descender a las llanuras. Es muy poco sociable, y normalmente fiel a su
pareja hasta que ésta muere. Experimentado volador, realiza sus mayores
acrobacias durante el vuelo nupcial. Cada pareja ocupa un amplio territorio,
manteniéndose en el mismo largo tiempo. En otras ocasiones opta por integrarse
en nutridas bandadas. En su voluminoso nido, instalado en algún peñasco, la
hembra pone de 4 a 6 huevos. La edad del cuervo se prolonga de forma extraña en
comparación con otras aves, pudiendo alcanzar hasta los 39 años.
El cuervo ha sido considerado tradicionalmente como un
animal solitario, inteligente y demasiado entrometido en los asuntos de los
hombres. Se creía que presagiaba enfermedades y guerras, actuando además como
aviso de la muerte o de la necesidad de enmendar la conducta.
El cuervo común es omnívoro y oportunista: su régimen
alimentario varía según el lugar, la temporada y lo que encuentra por
casualidad. Posee uno de los cerebros más grandes de todas las especies de
aves. Están distribuidos a lo largo de todo mundo a excepción de las regiones
frías e islas apartadas. Generalmente viven entre 10 y 15 años pero ha habido
casos señalados en donde han llegado a alcanzar los 40 años. Puede adaptarse a
casi cualquier tipo de hábitat y muestra también varias habilidades como la
resolución de problemas así como la imitación y la intuición. Su capacidad para
contar, la elaboración de herramientas y su creatividad para emplearlas se
equipara a la del chimpancé y, en algunos ejemplares, la supera con creces. Se
ha llegado a observar, incluso, cuervos que han utilizado a otros animales para
sus propios fines. Es uno de los pocos animales conocidos capaces de
reconocerse a sí mismos ante un espejo. Son capaces de señalar objetos para
atraer la atención de otros individuos sobre ellos. Demuestran cierta atracción
a pequeños objetos brillantes, cuales roban y esconden. Pueden aprender
palabras y oraciones cortas incluso mejor que un loro, su capacidad para imitar
es realmente sorprendente, además muestran aptitudes de planificación y
comunicación con otros individuos. Cambian turnos para guardar el nido en que
están incubando y por si fuera poco también respetan y cuidan a sus ancianos, a
quienes también les traen comida.
Los cuervos engañan a otros cuervos, son capaces de
anticiparse a los pensamientos de un igual y corregir el comportamiento para
evitar que puedan descubrir sus intenciones. Gracias a este hecho, podemos
inferir que el cuervo tiene asimilada la teoría de la mente; es decir, es capaz
de atribuir unos pensamientos e intenciones a los demás y meditar sobre ellos.
Actualmente es muy conocido el caso de unos cuervos que
aprendieron a usar el tráfico de vehículos en una carretera para abrir nueces.
Pero en otra cultura tan próxima como la portuguesa una
forma coloquial de aludir a los enamorados es la de llamarles Urracas, “pego” y “pega”. Y es que las Urracas, reconocibles fácilmente por su plumaje blanquinegro, van
con frecuencia en pareja, vigilándose mutuamente a cierta distancia.
Hay un pasaje bíblico (I Reyes 17, 6) en que los cuervos
tienen un significado positivo, pues se encargan de llevar pan y carne al
profeta Elías para que pueda alimentarse en la gruta en que permanece
escondido.
En la mitología grecorromana el cuervo aparece como el ave
sagrada de Apolo, de plumaje blanco en un principio y negro después por haber
divulgado la infidelidad de Coronis, la cual traicionó al dios mientras estaba
embarazada. Una vez informado del engaño amoroso por el cuervo, Apolo mató a
Coronis lanzándole una flecha, y sacó vivo de su vientre al pequeño Esculapio.
El que la religiosidad grecorromana imaginase al cuervo como blanco al
principio podría estarnos señalando que en él los antiguos eran capaces de
encontrar cierta belleza, tal vez por su aspecto fuerte y grácil, si bien sería
una belleza ocultada por sus muchas connotaciones lúgubres. Se sabe también que
entre los romanos el graznido del cuervo fue en ocasiones tenido como signo de
esperanza, ya que su onomatopeya repetida, “cras, cras, cras”, equivalía en
latín a “mañana, mañana, mañana”.
En la mitología escandinava se consideraban consagrados al
dios Odín, personificación de la exaltación psíquica en combate, dos cuervos,
uno que simbolizaba el Pensamiento (Hugin) y otro que simbolizaba la Memoria
(Munin). Los mitos nórdicos atribuyen a Odín la frase: “Temo porque no vuelva
Hugin, pero temo aún más por Munin”. La religión surgida en torno a Odín, de
tipo animista, estaba acompañada de un fuerte sentimiento de la fatalidad del
destino, lo que encaja con la visión tétrica normalmente asociada al cuervo.
En la mitología persa el cuervo desempeñaba una función
destacada en el culto a Mitra, asociándose estrechamente su significado
religioso con el de la luz y el sol. En las creencias del Extremo Oriente
también existía esta vinculación simbólica del sol con el cuervo, el cual podía
actuar como mensajero de los dioses.
El escudo de Lisboa muestra un barco con las velas
recogidas y dos cuervos, uno en la proa y otro en la popa, en recuerdo del modo
en que se produjo la llegada de las reliquias de San Vicente a la ciudad en el
siglo XII. Estos cuervos, al contrario de lo que solía ser más habitual,
adquirieron un significado positivo, vinculado al presagio del pronto término
de la Reconquista portuguesa.
Los indígenas de las tribus norteamericanas creían que el
cuervo era una personificación de espíritu creador del mundo.
Pilar Lopez Ra
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