MUY IMPORTANTE Y CON PRECAUCIÓN EN SU USO. LA PLANTA QUE QUITA LA RAZÓN.
“La mandrágora -decía con razón Andrés Laguna- ofende principalmente el
cerebro, que es templo y domicilio del ánima”. Resulta evidente que, en este
caso, el mencionado templo había sido seriamente dañado. A. Guerrino nos que
admitía que con la mandrágora arrancada al pie de los cadalsos podían pervertir
la razón, transformar a los hombres en bestias y provocar la terrible agitación
furiosa que hacía bailar hasta morir, sufriendo mil vergüenzas.
Se trata, pues, de una planta tan célebre en la Edad Media que decían
que tenía algo de ser humano: “Especie de hierba. Echa raíces que se retuercen unas con otras, y casi vienen a formar algunas de ellas un cuerpo como de
hombre. No obstante, no fueron los alemanes los descubridores de sus
propiedades excepcionales; según el explorador norteamericano A. Whitman,
posiblemente la planta era venerada desde el cuarto milenio antes de Cristo. Es
probable que los egipcios fueran los primeros en utilizar su raíz, ya
fuera empapándola en un líquido o triturándola hasta convertirla en un polvo
que se disolviera en alcohol. Era el constituyente principal del misterioso
fluido denominado “Sal de vida” que, según se creía, proporcionaba a quien lo
bebía salud, vitalidad y longevidad. A causa de estas cualidades, que
los egipcios creían provenientes del poder divino, la mandrágora se
convirtió en uno de los descubrimientos más prodigiosos. Tan impresionados
estaban con la mandrágora, que en un rincón de sus casas mantenían encendida
una llama ante ella.
La propiedad
más característica de la mandrágora consistía en que podía usarse tanto para el
bien como para el mal. Su uso benévolo comprendía el consumo contra dolores de
cabeza, hígado y bazo, al igual que contra las ulceraciones de las mucosas.
Pero su acción más sorprendente se manifestaba en la curación de enfermedades
oculares. Plinio escribía: “La raíz de la mandrágora, batida con aceite y vino,
cura los dolores de los ojos”. Leyendo este párrafo con atención, puede
deducirse que el sabio romano se estaba refiriendo al tratamiento del glaucoma,
enfermedad que se caracteriza por trastornos de nutrición ocular, tensión
intraocular elevada e insoportables dolores de cabeza. Otra propiedad
farmacológica de la planta es la de prestar fecundidad y facilitar el parto,
que se explica por su acción hipnótica y antiinflamatoria; la última es más
pronunciada en las dolencias uterinas.
Viene al caso señalar que cualquier
ginecólogo contemporáneo se ocuparía, como sus colegas de antaño, de tres cosas
al tratar la esterilidad femenina: curar la inflamación, mejorar la circulación
sanguínea y restablecer el perfil hormonal de la paciente. A diferencia de los
remedios modernos, la mandrágora posee las tres facultades requeridas a la vez,
y el hecho de que se considerara como una garantía de la concepción no tiene
nada de fantástico.
Las más
célebres personalidades en artes médicas indicaban que, en pequeñas dosis, las
tinturas a base de mandrágora aliviaban trastornos nerviosos, depresiones y
estados de ansiedad y angustia. Las hojas y las flores fueron usadas
antiguamente como somnífero y hasta empleadas para anestesiar al paciente en
operaciones de envergadura.
A. Guerrino
nos cuenta que Aníbal -el vencedor de Escipión y Semproni~ sacó provecho de la
propiedad narcótica de la mandrágora para destruir a sus enemigos. Enviado
contra la rebelión africana, el general cartaginés se retiró después de un
ligero combate, dejando tras de sí, jarras de vino saturado de raíz de
mandrágora, el cual, tras ser bebido por los rebeldes, les dejó en un estado de
embriaguez y estupor que permitió derrotarlos casi sin resistencia. Por regla
general, la excitación, el delirio y las alucinaciones surgen al ingerir la
raíz misma o al consumir fuertes dosis de los “filtros”.
Enorme y
fascinante es la literatura sobre la mandrágora, y de lo que se conoce sólo
hemos podido sacar provecho en una pequeña parte. No obstante, ahora es el
momento de preguntarnos cuál es el futuro de la planta y si podremos utilizar
algún día sus propiedades.
Es sencilla
la respuesta a la primera pregunta, pues la planta no va a cambiar abandonada,
sigue viviendo como jubilada por las cuencas del Mediterráneo, y el pequeño
interés que el hombre le muestra es la mayor protección que le da Dios u otras
fuerzas de similar potencia. No tiene que chillar, ni gemir, ni gritar, ni
emitir quejas.
La segunda
pregunta, que trata de la sabiduría acumulada, podemos responderla con
satisfacción y decir que todavía le aguardan días de gloria científica.
Como
tantas veces ha sucedido en el transcurso de los siglos, esta hierba bien fue
venerada hasta idolatrada, o representaba el símbolo de la “otra religión”, de
“no santo” y, por lo tanto, su uso era perseguido. Hay una verdad en sus
múltiples, variadas y contradictorias propiedades: podrá ser utilizada como un
remedio combinado en la farmacología del futuro. Esta “especie de hierba”, tan
querida y tan perseguida, tan añorada y tan odiada, tan ancestral, será una
preciosidad farmacéutica cuando los médicos dominen la dosificación de sus
extrañas raíces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario