Las
personas que hablan con sus perros no son lunáticos, son, científicamente, más
inteligentes que la media.
Esta
conducta se denomina antropomórfica y es propio de personas
empáticas y dotadas de gran inteligencia emocional.
Así que más respeto para ellos, que además duermen mejor con sus perros que
contigo.
'Siempre a
tu lado'
Si has
tenido una mascota en tu vida, seguramente la hayas hablado alguna vez, más
allá de decirle las típicas órdenes. También puede que le hayas atribuido una
personalidad completa y hayas tenido conversaciones enteras con él.
Y probablemente te hayan pillado hablando con tu perro como si lo
hicieras con un amigo o con un familiar en la calle, en el ascensor o
en el parque.
Si has
estado al otro lado y nunca has compartido tu vida con una mascota, pensarás
que la gente que habla con su perro son auténticos chiflados, y
que tienen la misma salud mental que la de la loca de los gatos. Pero no pueden
estar más equivocados: los que mantienen auténticas conversaciones con sus
amigos peludos son en realidad más empáticos e inteligentes que los que
no lo hacen.
El proceso
de otorgar características humanas a animales (o incluso objetos) se
llama antropomorfismo. El campeón de este tipo de prácticas es Disney, que
en muchas de sus películas ha dado alma humana a elefantes, jabalís, hienas,
monos coches, aviones y hasta juguetes.
"Históricamente, el
antropomorfismo ha sido tratado como un signo de infantilidad o estupidez, pero
en realidad es un subproducto natural de la tendencia que hace que los humanos
sean especialmente inteligentes en este planeta", asegura Nicholas
Epley, profesor de ciencias del comportamiento en la Universidad
de Chicago en declaraciones concedidas a Quartz.
"Ninguna
otra especie tiene esta tendencia". Epley es el autor de 'Mindwise: Cómo entendemos lo que
otros piensan', creen, sienten y quieren, y posiblemente el principal experto
en antropomorfismo del mundo. Aunque nos damos cuenta o no, antropomorfismos
objetos y eventos todo el tiempo.
"Durante
siglos, nuestra disposición a reconocer las mentes en los no humanos ha
sido vista como una especie de estupidez, una tendencia infantil hacia
el antropomorfismo y la superstición que los adultos educados y de pensamiento
claro han superado", escribe Epley. "Creo que esta opinión es
errónea y desafortunada. Reconocer la mente de otro ser humano implica
los mismos procesos psicológicos que reconocer una mente en otros animales, un
dios o incluso un artilugio. Es un reflejo de la mayor capacidad de
nuestro cerebro en lugar de un signo de nuestra estupidez".
Epley
asegura que el antropomorfismo es ejemplo de nuestra inteligencia superior,
pero no de una inteligencia general, si no de una específica: la
inteligencia social. El antropomorfismo no se da solo en animales,
también en objetos. En la historia hay miles de ejemplos de esta
tendencia, desde los caballeros de la Edad Media que llamaban a sus
armas, o mucho más atrás, con los marinos que bautizaban a sus barcos.
Epley
explica que el primer paso para la antropoformización está en nuestro cerebro,
que está programado para ver caras en cualquier parte. Nuestro
desempeño en la vida se basa en descifrar el rostro de los demás: saber cuándo
alguien está enfadado, cuando alguien aprueba lo que hacemos, si le producimos
simpatía, si nos amenaza… Por eso estamos pendientes de ver y descifrar
caras de la misma forma que la cámara de nuestro móvil busca códigos
QR para saber lo que esconden.
Esa
necesidad de ver y encontrar caras hace que las veamos en objetos e incluso
en animales. Y si vemos una cara ‘humana’ en ellos, el siguiente paso es
atribuirles una personalidad. Y si tienen personalidad, por supuesto
que tendremos que hablar con ellos.
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