Nuestros
Científicos. Investigadores del IPN, liderados por José Rubén García,
comprobaron el efecto de la epicatequina para matar células cancerosas. Hasta
ahora sólo se conocían sus propiedades antioxidantes
José Rubén
García Sánchez es investigador de la Escuela Superior de Medicina del
IPN.
Relata la
mitología kuna que sólo Nagegiryai, líder espiritual gunadule, pudo ingresar a
los galus, los sitios sagrados del Universo. Ella fue la única que viajó a
otras superficies de este cosmos y la única en acceder a la sabiduría de las
molas. Ahí aprendió su escritura.
De regreso a
la Tierra, Nagegiryai vio los diseños de las molas en la naturaleza y los
compartió con las mujeres kunas, quienes desde entonces tejieron y vistieron
esa escritura geométrica como escudo para protegerse, proteger a su cultura y a
su sociedad.
Ahora, una
mujer kuna viste esos escudos y tiene la habilidad de Ner Buna (vidente): a
través del humo del cacao, puede diagnosticar la enfermedad de quien tiene
enfrente y por medio de los sueños ver su futuro. Así lo relata la obra Ner
Buna, el espíritu del cacao, del sociólogo Juan Pérez Archibold, que evoca
el papel de la mujer en la sociedad indígena panameña por medio de sus
habilidades protectoras, como si ese escudo hubiera perdurado durante
generaciones hasta la actualidad, aunque desde la “visión” científica.
Hace una
década, investigadores de la Universidad de Harvard, encabezados por Norman
Hollenberg, notaron que los indígenas kunas tenían una prevalencia muy baja de
enfermedades cardiovasculares y que no desarrollaban una presión sanguínea
alta. Hollenberg adjudicaba esto a la protección de sus genes; sin embargo,
encontró que quizá se debía a sus hábitos alimenticios. Halló que los kunas
beben un promedio de 40 tazas de cacao a la semana.
Investigaciones
posteriores demostraron que había una relación entre este consumo y la
protección contra enfermedades cardiovasculares; el responsable, un flavonoide
presente en el cacao llamado epicatequina. Desde entonces, en todo el mundo se
ha estudiado mucho esta molécula —también presente en altas concentraciones en
el té verde, chocolate amargo y vino— y comprobado sus efectos
protectores.
Desde hace
algunos años, científicos del Instituto Politécnico Nacional (IPN) emprendieron
sus estudios en epicatequina, pero con una línea de investigación distinta.
“Este compuesto ya se ha estudiado en enfermedades cardiovasculares y su efecto
protector en infarto y procesos de hipertensión, como regulador de la presión
arterial”, señala José Rubén García Sánchez, investigador del Laboratorio de
oncología molecular y estrés oxidativo de la Escuela Superior de Medicina (ESM)
del IPN. “No obstante, se ha estudiado poco sobre sus efectos en cáncer”.
El análisis
de esa relación surgió debido a que el científico notó que muchos de los
compuestos de la epicatequina existen en otros flavonoides identificados por su
actividad anticancerígena. Entonces los científicos iniciaron los estudios de
esta molécula y comprobaron que las propiedades de esta mola de la naturaleza
tenían un efecto sobre las células cancerosas: provoca su autodestrucción.
Durante ese
estudio comprobaron que podía matar células cancerosas de forma selectiva y no
afectar células normales. Para ello, los investigadores hicieron cultivos
celulares de distintos tipos de cáncer de mama, entre ellos el más agresivo y
difícil de tratar, el triple negativo, para saber cuál era el mecanismo que las
mataba.
En sus
experimentos descubrieron que la epicatequina programa a la célula cancerosa
para que se autodestruya, efecto que en biología se llama apoptosis. Fue un
hallazgo importante, explica, porque si bien los tratamientos anticancerígenos
actuales provocan esa reacción, no distinguen entre células cancerosas y
células normales, por ello generan efectos secundarios adversos en los
pacientes con cáncer.
Al continuar
las investigaciones, los politécnicos identificaron los genes mitocondriales
responsables en programar y autodestruir a las células cancerosas. “Se han
descrito muchas propiedades de la epicatequina, como sus efectos antioxidantes,
no obstante, creemos que el efecto anticancerígeno es independiente a éste y
hemos descubierto algunas de las proteínas que interaccionan con esta molécula
para inducir el efecto de apoptosis”.
El
científico politécnico destaca un efecto singular en este proceso, puesto que
si bien la epicatequina es una molécula antioxidante, induce estrés oxidativo
en la célula cancerosa de manera selectiva, ¡vaya paradoja! Es por ello que los
científicos piensan que no hay asociación entre ambos procesos protectores. Sin
embargo, hace pensar que la epicatequina es una verdadera mola, con sus anillos
moleculares y su geometría gunadule.
FALANGE
MOLECULAR. En
la naturaleza, las plantas utilizan compuestos como la epicatequina para
defenderse de patógenos y aunque proviene de productos naturales, y es muy
abundante en algunos como el cacao, no es necesario extraerla de éstos, sino
que se adquieren purificados de manera comercial para hacer este tipo de
investigaciones. En el laboratorio, los científicos politécnicos no sólo la
estudian de manera natural, sino que han modificado la molécula y obtenido
derivados para hacerla más efectiva.
Además,
detectaron que si la molécula interactúa con ella misma, bajo ciertas
condiciones, forma otras más idénticas: dímeros, trímeros y hasta polímeros. Al
“atacar” las células cancerosas con polímeros, los especialistas observaron que
eran más eficientes y que el efecto de apoptosis iniciaba en 24 horas y no en
tres días, como con una sola molécula. Los científicos estudian ahora si esto
no tiene efectos secundarios en los cultivos celulares.
En el
laboratorio, los especialistas del IPN también han combinado la epicatequina
con otros fármacos que se utilizan actualmente en terapias clínicas, como el
paclitaxel (Taxol) y el tamoxifeno (Tamoxifen) y comprobaron que acelera su
efecto y disminuye la cantidad requerida de éstos. Esto significa que la
epicatequina resultaría un buen coadyuvante en los tratamientos actuales,
reduciendo los efectos colaterales adversos en los pacientes por los fármacos
usualmente empleados, menciona José Rubén García.
Todos estos
estudios han sido realizados en el laboratorio con cultivos celulares, pero
ahora los científicos realizan investigaciones en modelos animales (fase dos)
para comprobar su inocuidad en seres vivos. En el cuerpo de un ratón de
laboratorio, o de un humano, la epicatequina modificada puede ser metabolizada
y no llegar a la célula cancerosa, por lo que los científicos han buscado un
vehículo para dirigirla hasta ahí.
Investigadores
de la UNAM, encabezados por Flora Adriana Ganem, han colaborado en este
proyecto desarrollando nanopartículas donde encapsulan la epicatequina. A éstas
han añadido un anticuerpo que sin desviarse busca al tumor dentro del cuerpo.
Este proyecto en animales se encuentra en fase experimental.
En el mediano
plazo, los investigadores esperan haber pasado por esta etapa y hacer pruebas
en la llamada fase tres, con humanos. En tanto, los científicos están por
iniciar otra línea de investigación para estudiar derivados de epicatequina en
otros tipos de cáncer, como pulmón y próstata, entre otros.
La
aplicación más próxima que vislumbra García Sánchez, de manera optimista, es la
aplicación de la epicatequina modificada como coadyuvante en los tratamientos
actuales. Sin embargo, la velocidad para que esto suceda, así como los alcances
con más potencial de la investigación, dependerán del financiamiento que
obtenga la investigación, la cual buscará apoyo del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología (Conacyt) en la convocatoria de este año, puesto que desde su inicio
sólo ha recibido recursos del IPN.
Mientras
tanto, hasta que no se pueda emplear como medicamento, sólo nos quedará
consumir el flavonoide de forma natural y esperar que esta investigación llegue
a su fase clínica y al desarrollo de medicamentos. Sin importar la velocidad a
la que estén sujetos, los especialistas seguirán buscando recursos para
entender mejor la molécula.
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