Y así llegamos a la sabiduría
(sánscrito: prajña; pali: pañña), la virtud más alta de
todas.
“La sabiduría se basa en la concentración,
por el dicho: ‘Quien está concentrado comprende, ve lo que realmente es. ¿Entonces
la concentración es una pre-condición indispensable de la sabiduría? La
respuesta radica en distinguir tres etapas de la sabiduría, de acuerdo a cómo
opera en los niveles de: (1) aprender sobre lo que la
tradición.
(2) reflexión discursiva sobre
los hechos básicos de la vida.
(3) desarrollo meditativo. Solo
el tercero requiere la ayuda de un alto grado de concentración en tanto
que sin ella puede haber dominio en los primeros dos. Y la sabiduría que
consiste en aprender y reflexionar no debe ser menospreciada.
La sabiduría, la cual es la quinta y
culminante virtud, no es la sabiduría que puede ser encontrada en el niño sin
instrucción de la naturaleza, el sensiblero sabio del bosque, o el filosofo
autodidacta de los suburbios. Ella solamente puede operar después de que una
gran cantidad de información tradicional haya sido absorbida, una gran cantidad
de aprendizaje profundo haya sido adquirido.
De la mera inteligencia la sabiduría se
distingue por su propósito espiritual, y se nos ha dicho expresamente que
tiene como propósito “arrancar las impurezas”.
Ahora la verdadera definición: “La sabiduría
penetra al interior de los dhammas como ellos mismos son. Dispersa la
oscuridad de la ignorancia, la cual cubre la verdadera naturaleza de los dhammas.
¿Entonces sobre qué medita la sabiduría? La
sabiduría se ocupa con tres tópicos posibles:
(1) la verdadera realidad.
(2) el significado de la vida.
(3) el comportamiento de la vida.
Es porque la ignorancia, es la raíz del mal
que la sabiduría es vista como la más alta virtud. Una santidad carente de la
sabiduría no es considerada imposible, pero no puede ser obtenida por el camino
del conocimiento, al cual sólo se aplican estas descripciones. Los caminos de
la fe, del amor, del trabajo, etc. Tienen cada uno sus propias leyes.
La sabiduría es la capacidad de meditar en
ciertas formas sobre los constituyentes kármicos del universo. Las reglas de
esta meditación han sido asentadas en las escrituras. Como vimos, la atención
plena y la concentración se basaron en el supuesto de una dualidad en la mente
– entre su calma profunda y su excitada superficie. De manera similar, la
sabiduría supone una dualidad entre la superficie y la profundidad de todas las
cosas.
LAS 5 FACULTADES
ESPIRITUALES (VIRTUDES)
1. FE
2. ENERGÍA
3. ATENCIÓN PLENA
4. CONCENTRACIÓN
5. SABIDURÍA
El progreso espiritual depende del surgimiento de cinco
virtudes cardinales: fe, energía, atención plena, concentración y sabiduría. La
conducta del ser ordinario está gobernada por los instintos e impulsos basados
en los sentidos. Conforme progresamos, nuevas fuerzas espirituales toman
gradualmente el control hasta que al final, las cinco virtudes cardinales
dominan y dan forma a cualquier cosa que sintamos o pensemos. Estas virtudes
son llamadas indriya, en sánscrito y en pali, diversamente traducida como
facultades, facultades controladoras o facultades espirituales. Las mismas
cinco virtudes son llamadas poderes (bala) si el énfasis se hace en el hecho de
que también son “inquebrantables por sus opuestos”.
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