La Fe es llamada “la semilla” y sin ella la planta de la
vida espiritual no puede comenzar a crecer. De hecho, sin la fe no podemos
hacer algo que valga la pena.. Y esta fe es mucho más que la mera aceptación de
creencias. Requiere la combinación de cuatro factores: intelectual, volitivo,
emocional y social.
Para ser materia de fe, una creencia debe ir más allá de la
evidencia disponible y el creyente debe estar dispuesto y listo para llenar los
huecos de la evidencia con una actitud de paciencia y confiable aceptación. La
fe, en este sentido, tiene dos opuestos, por ejemplo, un desconocimiento de las
cosas sobre las cuales vale la pena creer y la duda o perplejidad.
Sin embargo, hablando en general, la fe es vista sólo como
un paso preliminar, como un mero estado provisional. A su debido tiempo, una
experiencia espiritual directa sabrá aquello en lo cual la fe confió y anheló
conocer: “Ahora vemos a través de un cristal obscurecido, pero después veremos
directamente”. Normalmente puede transcurrir mucho tiempo antes de que la
virtud de la sabiduría se haga suficientemente fuerte para soportar una
vigorosa visión cabal de la verdadera naturaleza de la realidad.
Emocionalmente, la fe es una actitud de serenidad y lucidez.
Sus opuestos son aquí la preocupación, el estado de perturbación por muchas
cosas. Es bastante obvia que la carga de la vida debe ser considerablemente
aligerada al creer en el karma, en la vacuidad o el no-ego. Aún un destino
desagradable puede ser aceptado más fácilmente cuando se entiende como una
distribución de justicia.
Socialmente, y esto es más difícil de entender, la fe
conlleva la confianza en el CREADOR… Aquí su opuesto es el estar sumergido en
preocupaciones respecto al entorno social sensorial, preocupaciones que surgen
ya sea de la presión o del aislamiento social.. La compañía de otros y la ayuda
que esperamos de ellos normalmente son el sostén principal de nuestro sentido
de seguridad. Al colocar nuestra dependencia en fuerzas espirituales nos
fortalecemos para hacer caso omiso de la opinión pública y del desaliento
social. El hombre espiritual no “pertenece” a su medio ambiente visible en el
cual está obligado a sentirse mas bien como un extraño. Con estas fuerzas más
invisibles debemos aprender a establecer relaciones sociales satisfactorias.
Para llevar a cabo esta tarea, la fe requiere una considerable capacidad de
renuncia.
Como otras cualidades espirituales, la fe es de alguna manera
paradójica en cuanto a que en un sentido es un regalo que no podemos obtener
esperándolo solamente, y en otro sentido, es una virtud que puede ser
cultivada. La capacidad para la fe varía con la personalidad del individuo y de
sus circunstancias sociales. Así como la avidez no suelta aquello que es
dañino, así la fe no suelta lo que es benéfico.”
Como virtud, la fe se refuerza y construye con
auto-disciplina y no con discusiones de opiniones. Las dificultades
intelectuales no son de ningún modo las más poderosas entre los obstáculos de
la fe. Las dudas son inevitables pero la manera de lidiar con ellas depende del
propio carácter. Hay muchas razones válidas para aceptar el renacimiento.
Y esta fe nuestra se mantiene menos por nuestras habilidades
intelectuales que por las virtudes de la paciencia y el coraje. Porque debemos
estar dispuestos de esperar pacientemente hasta que seamos espiritualmente
maduros para el surgimiento de los súper conocimientos, no importando cuán
lejos estos parezcan estar. Y en segundo lugar, debemos estar dispuestos de
asumir riesgos.
LAS 5
FACULTADES ESPIRITUALES (VIRTUDES)
1. FE
2. ENERGÍA
3. ATENCIÓN PLENA
4. CONCENTRACIÓN
5. SABIDURÍA
El progreso espiritual depende del surgimiento de cinco
virtudes cardinales: fe, energía, atención plena, concentración y sabiduría. La
conducta del ser ordinario está gobernada por los instintos e impulsos basados
en los sentidos. Conforme progresamos, nuevas fuerzas espirituales toman
gradualmente el control hasta que al final, las cinco virtudes cardinales
dominan y dan forma a cualquier cosa que sintamos o pensemos. Estas virtudes
son llamadas indriya, en sánscrito y en pali, diversamente traducida como
facultades, facultades controladoras o facultades espirituales. Las mismas
cinco virtudes son llamadas poderes (bala) si el énfasis se hace en el hecho de
que también son “inquebrantables por sus opuestos”.
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