La concentración (samadhi) continúa el
trabajo de la atención plena. Profundiza nuestra capacidad para ganar la
pacífica calma de nuestra naturaleza interior. Pero aquí nos encontramos de
lleno frente a la dificultad como una especial y más bien rara, virtud.
1. En su forma más simple,
la concentración es el estrechar el campo de la atención de una manera y por un
tiempo determinado por la voluntad. La mente se unifica, no titubea, no se
dispersa a sí misma, y se estabiliza como la flama de una lámpara en la
ausencia de viento. Sin cierto grado de unificación ninguna actividad mental
puede tener lugar. Cada acto mental dura, estrictamente hablando, por un solo
momento, y es inmediatamente seguido por otro. La función de la concentración
es proveer de cierta estabilidad en este flujo perpetuo, permitiendo a la mente
permanecer en, o sobre, el mismo objeto, sin distracción, por más de un
momento. Además de esto, es una cualidad sintética (sam-a-dhi =
sín-tesis), que mantiene juntos a numerosos estados mentales que surgen al
mismo tiempo
2. Entonces, ¿cómo la
concentración como virtud espiritual difiere de la concentración como una
condición del intelecto? La concentración espiritual resulta menos de un
esfuerzo intelectual que de un renacimiento de la entera personalidad,
incluyendo el cuerpo, las emociones y la voluntad. No es posible alcanzarla sin
alguna disciplina sobre el cuerpo, ya que debemos ser capaces de aguantar la
postura prescrita, practicar los ejercicios de respiración prescritos.Es más
bien construida sobre un cambio de perspectiva que podemos describir como
“ética”. La tradición es poco ambigua sobre este punto. Antes de que pueda aun
acercarse a la concentración espiritual, debemos calmar o suprimir cinco
vicios, que se conocen como los “cinco impedimentos”: deseo sensual, mala
voluntad, sopor y somnolencia, agitación y sentido de culpa, y duda. Cuando
estos obstáculos están presentes, cuando el pensamiento concentrado está
mezclado con avidez, el deseo de excelencia, el obtener un buen trabajo, etc.,
allí la concentración como virtud espiritual está ausente.
En este sentido, la tranquilidad física y la
auto-purificación son las primeras dos características distintivas de la
concentración espiritual. La tercera es el cambio de la atención desde el mundo
sensorial hacia otro reino más sutil. Los métodos por los cuales este cambio se
efectúa son tradicionalmente conocidos como las cuatro absorciones (jhana)
y las cuatro absorciones inmateriales. Esencialmente son un entrenamiento en
incrementar la introspección, lograda al disminuir progresivamente el impacto
de los estímulos exteriores.
Como resultado de su exitoso retiro y renunciación
la concentración espiritual libera la calma interior que habita en sus
corazones. Esta concentración no puede ser alcanzada, sin embargo, a menos que
se ignore la información sensorial, y cualquier cosa sensorial es vista como
igualmente sin importancia. Subjetivamente está marcada por una suave,
tranquila y pacífica pasividad.
LAS 5 FACULTADES
ESPIRITUALES (VIRTUDES)
1. FE
2. ENERGÍA
3. ATENCIÓN PLENA
4. CONCENTRACIÓN
5. SABIDURÍA
El progreso espiritual depende del surgimiento de cinco
virtudes cardinales: fe, energía, atención plena, concentración y sabiduría. La
conducta del ser ordinario está gobernada por los instintos e impulsos basados
en los sentidos. Conforme progresamos, nuevas fuerzas espirituales toman
gradualmente el control hasta que al final, las cinco virtudes cardinales
dominan y dan forma a cualquier cosa que sintamos o pensemos. Estas virtudes
son llamadas indriya, en sánscrito y en pali, diversamente traducida como
facultades, facultades controladoras o facultades espirituales. Las mismas
cinco virtudes son llamadas poderes (bala) si el énfasis se hace en el hecho de
que también son “inquebrantables por sus opuestos”.
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