Horus era el hijo de Osiris, un dios que había sido asesinado por su hermano Seth. Cuando Osiris resucitó y pasó a presidir el Más Allá, su hijo se convirtió en el vengador de su padre y acometió toda una serie de luchas contra Seth, el asesino de su progenitor. En estos encarnizados combates Horus siempre salió victorioso pero, en el transcurso de las mismas ambos contendientes sufrieron heridas y pérdidas vitales, entre ellas la mutilación del ojo izquierdo de Horus (o los dos dependiendo de la versión del mito) y la amputación de los testículos de Seth. Gracias a la intervención del dios Thot el ojo de Horus pudo ser sanado y sustituido por el Udyat, para que el dios recuperara la visión. Este ojo estaba dotado de unas cualidades magníficas.
Por otro lado, desde el Reino Antiguo hasta el fin de la civilización faraónica, las leyendas cuentan que los dos ojos de Ra estaban vinculados uno a la luna (el Udyat) y el otro al Sol y en el terreno mitológico se explicó del modo siguiente: las fases lunares respondían a los periodos de curación del Ojo de Horus, manifestándose en la Luna Llena el momento en que éste había sanado por completo y en la Luna Nueva cuando había sufrido el daño. Por ello, éste momento se consideró peligroso, ya que fue el instante en que Horus había perdido la visión y causa por la cual el astro no podía manifestarse en el firmamento nocturno. Es decir que, mediante el Udyat, se aseguraba y garantizaba el buen funcionamiento del cosmos, entendido como el buen discurrir del circuito diurno del Sol y las fases cíclicas de la Luna. Todos estos acontecimientos y sobre todo la mágica sustitución del milagroso Ojo de Horus, determinaron su uso para la protección y curación de enfermedades relacionadas con los ojos.
Sobre los relieves egipcios es frecuente encontrar la ofrenda del Ojo a los dioses, es más, era la ofrenda por excelencia, un distintivo de orden que podía ponerse en paralelo con la ofrenda de Maat. El propio Horus (o el rey como encarnación terrestre del dios) era el encargado de presentarlo ante la boca de su padre Osiris para lograr su “cura”, es decir, para obtener su resurrección, logrando el buen funcionamiento del mundo divino y terrestre.
Sarcófagos, amuletos, cetros, piezas de joyería, estelas, barcas y remos, etc, son algunos de los soportes donde encontramos este curioso órgano que, para los Antiguos Egipcios, estuvo vinculado a conceptos de totalidad, luz, salud y curación pero que, además, servía como un poderoso instrumento de protección contra el mal de ojo, propiciador de la buena suerte y guardián contra las fuerzas hostiles que pudieran acosar tanto al difunto como al hombre vivo.
Lo encontramos grabado, por ejemplo, en las plazas protectoras que se colocaban sobre la incisión que se practicaba a la momia, un lugar especialmente peligroso ya que, al ser una abertura “arficial” era un punto susceptible para que las fuerzas del mal pudieran atacar al difunto, provocando la putrefacción y por tanto, la imposibilidad de qué el individuo disfrutara de vida eterna. También grabado o pintado sobre la superficie lateral de los sarcófagos, servía para que el difunto tuviera garantizada la posibilidad de ver tras la muerte, pudiendo observar el viaje que debía realizar por el cielo. En definitiva, el Udyat fue un elemento de protección muy poderoso y como tal su número en la iconografía egipcia es más que significativo.
Además de Horus, en Egipto encontramos a algunos dioses que también llevaron la ofrenda del Ojo. Nos estamos refiriendo por ejemplo al dios Iah, manifestación de la luna, o al dios Nefertum que como encargado de los alimentos que se depositaban en las ofrendas, llevaba también el ojo en sus manos.
Finalmente y unido al mito tenemos a dos manifestaciones de Horus: Jentyirty y (Me)jentyirty, ambos personifican al Dios Halcón con el ojo sano en el primer caso y enfermo, en el segundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario