Primera palabra:
Uno de los más terribles tormentos de los
crucificados era la sed.
“Padre perdónales porque no saben lo
que hacen” (Lucas.
16:34)
Hermanos
queridos en Jesús hoy deseo reflexionar sobre las siete palabras de Jesús en la
cruz. Acompáñame en esta reflexión, según la narración del evangelista Lucas,
ésta es la primera palabra pronunciada por Jesús en la cruz, constituye
esta palabra la postura cumbre de la doctrina evangélica sobre el amor y pronto
fue practicada por los cristianos, como en el caso de Esteban (hechos 7,60).
Esta palabra falta en algunos códices, el motivo que ocasionó la supresión
parece ser la intención de los copistas de subrayar de este modo la
responsabilidad de los judíos, sin embargo, la admiten todas las ediciones
críticas:
Es coherente con la doctrina de Jesús sobre el amor a los enemigos (Mateo
5,44).
Con
la oración del Padrenuestro (Mateo 6,9-13)
Con
su propia conducta durante la pasión (Mateo 22,48.51).
Esto
se transforma para todo cristiano en una:
Una
oración personal al padre celestial.
Intercede
por los mismos asesinos que le perdonan.
“Padre” significa
que hay una intima comunión entre el hijo y el Padre.
El
propósito de la cruz era traer perdón y eso mismo hizo Jesús, pidió a Dios que
perdonara a quienes lo mataban. Jesús pide ante Dios por los romanos, por los
líderes judíos religiosos (fariseos y saduceos), por los líderes romanos, por
el pueblo de Israel y el pueblo gentil. Jesús estuvo allí intercediendo por
cada uno de nosotros que como los que le mataron, tampoco sabemos lo que
hacemos.
Sin pensarlo casi, solemos pronunciar esta "Primera palabra" de Jesús con
un tono soberbio, como quien nunca ha pecado ni necesita perdón,
suele ser nuestra excusa para decir: "que
dios te perdone... yo no"; sin saber que por esta suplica de Dios
a Dios, nuestros pecados fueron perdonados, nosotros somos los que
crucificamos a Jesús y lo hacemos día a día, con nuestras mentiras,
hipocresías, faltas de amor, miradas altaneras y mil cosas más. Esta oración al
padre, no es para mi vecino, o para aquel que no paso o acepto en la comunidad,
es para mi... porque no sé lo que hago.
Jesús en la cruz se ve envuelto en un mar de insultos, de burlas y de
blasfemias, lo hacen los que pasan por el camino, los jefes de los judíos, los
dos malhechores que han sido crucificados con él, y también los soldados, se
mofan de él diciendo: “si eres hijo de dios, baja de la cruz y creeremos en ti”
(Mateo27, 42). “ha puesto su confianza en Dios, que él lo libre ahora” (Mateo27,
43).
La humanidad entera, representada por los personajes allí presentes, se
ensaña contra él, “me dejareis sólo”,
había dicho Jesús a sus discípulos. Y ahora está solo, entre el Cielo y
la Tierra, se le negó incluso el consuelo de morir con un poco de
dignidad. Jesús no sólo perdona, sino que pide el perdón de su padre para
los que lo han entregado a la muerte. Para judas, que lo ha vendido. Para Pedro
que lo ha negado. Para los que han gritado que lo crucifiquen, a ÉL que es la dulzura y la paz. Para los que allí se están mofando y no sólo pide el perdón
para ellos, sino también para todos nosotros, para todos los que con nuestros
pecados somos el origen de su condena y crucifixión. “padre, perdónales, porque no saben…” Jesús sumergió en su oración
todas nuestras traiciones, pide perdón, porque el amor todo lo excusa, todo lo
soporta… (1 Cor. 13).
¡Cuántas súplicas les hacemos nosotros a los hombres, y qué pocas le
hacemos a Dios!…
Y Jesús, que no había hablado cuando el otro malhechor le injuriaba, volvió
la cabeza para decirle: “te lo
aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Segunda palabra:
“de cierto te digo
que hoy estarás conmigo en el paraíso” (lucas. 23:43)
Sobre la colina del calvario había otras dos cruces, el evangelio dice que,
junto a Jesús, fueron crucificados dos malhechores (Lucas 23,32), es la
respuesta de Jesús a la súplica del ladrón arrepentido, Jesús le promete
la vida eterna.
Crucificado
entre dos criminales.
Cruz
es el castigo de pena capital más horrible del gobierno romano.
El
que clama a Jesús puede estar seguro que él responde.
La
vida eterna comienza aquí y ahora.
En
el Cristo encontramos la vida eterna.
No
es cualquiera quien pronuncia como "segunda
palabra" esta promesa, es el mismo camino hacia el paraíso y la puerta
a la vida nueva, con autoridad puede darnos este mensaje de esperanza, hasta el
último momento Jesús se preocupa por aquellos excluidos y marginados de la
sociedad, a nosotros no nos es debido contradecir la palabra de Dios,
debemos velar por darle cumplimiento, por allanarle el camino, pero ¡NO! por lo
general hacemos lo contrario, en lugar de abrir las puertas del paraíso, se las
cerramos en la cara a aquellos a quienes Jesús mismo invitó y llamó. Condenamos
a las prostitutas, a los presos, a los enfermos, y mucho más si son de sida, a
los homosexuales, a los drogadictos; a los criminales, a los violadores;
y más aún a los que no tienen el mismo color nuestro, la misma ideología
política, la misma condición social, nuestras comunidades o membrecías no
se salvan de esta acusación, porque muchas veces le cerramos la puerta a los
demás tan solo por ser diferentes, o tantas otras veces que recibimos a alguien
pero no le damos su lugar. Ojalá seamos nosotros y nuestras comunidades
los destinatarios de este mensaje esperanzador del Maestro de Maestros, porque
para la conversión, para volver la vista hacia Dios... nunca es tarde.
La
sangre de los tres formaban un mismo charco, aunque para los tres la pena era
la misma, sin embargo, cada uno moría por una causa distinta. Uno de los
malhechores blasfemaba diciendo:
“¿no eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!” (Lucas
23,39), había oído a quienes insultaban a Jesús, había podido leer
incluso el título que habían escrito sobre la cruz:
“Jesús nazareno, rey de los judíos”.
Era un hombre desesperado, que gritaba de rabia contra todo, pero el
otro malhechor se sintió impresionado al ver cómo era Jesús, lo había visto
lleno de una paz, que no era de este mundo, le había visto lleno de
mansedumbre, era distinto de todo lo que había conocido hasta entonces. Incluso
le había oído pedir perdón para los que le ofendían, y le hace esta
súplica, sencilla, pero llena de vida: “Jesús, acuérdate de mí
cuando estés en tu reino”. Se acordó de improviso que había un Dios
al que se podía pedir Paz, como los pobres pedían pan a la puerta de los
señores. ¡Cuántas súplicas les hacemos nosotros a los hombres, y qué
pocas le hacemos a Dios!… y Jesús, que no había hablado cuando el otro
malhechor le injuriaba, volvió la cabeza para decirle: “te lo
aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”. Jesús no le promete
nada terreno, le promete el paraíso para aquel mismo día, el mismo paraíso que
ofrece a todo hombre que cree en él, pero el verdadero regalo que Jesús le
hacía a aquel hombre, no era solamente el paraíso, Jesús le ofreció el regalo
de sí mismo. Lo más grande que puede poseer un hombre, una mujer, es
compartir su existencia con Jesús el Cristo, hemos sido creados para vivir en
comunión con él.
Tercera palabra:
“Madre he ahí tu hijo, hijo he ahí tu
madre” (Juan 19:26-27)
De todos los discípulos de Jesús, solo uno (Juan) estuvo cerca de Jesús durante
sus juicios. ¿Por qué a Juan?, José había muerto, Juan era hijo de Zebedeo y Salomé
quien era hermana de María y por lo tanto Juan era primo hermano de Jesús, lo
cual también es probablemente porque los hermanos de Jesús no creían en él (Juan
7:5); como María creía a Jesús, ella fue echada a un lado por la falta de fe de
sus hijos.
Vemos que en el evangelio son rechazadas, palabras de Dios para quienes no tienen
lugar en la sociedad.
Con la muerte de Jesús, María quedaba desamparada, pero no fue demasiado su
dolor como para olvidarse de su madre.
Jesús nos deja un ejemplo para que todos podamos seguir, la iglesia del Cristo
(los verdaderos hermanos de Jesús) está puesta para recibir al desamparado y
necesitado.
El discípulo amado ya soportó la cruz, vio a su Maestro y amigo sufriendo y
muriendo, por eso Jesús lo recompensó tan pronto... le encomienda a María su
madre; pero ¿qué significa esto?, Jesús no quiere dentro de su familia
ningún excluido y María sin ningún varón cerca quedaría fuera de la sociedad...
¿volvemos al mismo tema que antes? ¿Los excluidos? y es que la misión de Jesús se dirigía
a ellos con especial predilección (lc. 4, 16-19), el "hermano de
todos" no quiere que nadie quede fuera del reino y de la liberación
definitiva. Hace ya 2000 años que Jesús entregó a su madre a todos los
hombres en la persona de Juan y ella sigue acompañándonos, acompaña a los
pueblos haciéndose uno de nosotros.
Y ahí junto a la cruz estaba María, su madre, la presencia de María junto a la
cruz fue para Jesús un motivo de alivio, pero también de dolor, porque sabía Jesús
que ella quedaría abandonada. Tuvo que ser un consuelo el verse acompañado por
ella. Ella que, por otra parte, era el primer fruto de la redención, pero
a la vez esta presencia de María la madre de Jesús, tuvo que producirle un
enorme dolor, al ver en el hijo los sufrimientos que su muerte en la cruz
estaban produciendo en el interior de su madre. Era la presencia de una mujer,
ya viuda desde hacía años, según lo hace pensar todo. Y que iba a perder a su
hijo. Jesús y María vivieron en la cruz el mismo drama de muchas familias,
de tantas madres e hijos, reunidos a la hora de la muerte. Después de largos
períodos de separación, por razones de trabajo, de enfermedad, por azares de la vida, se encuentran de nuevo
en la muerte de uno de ellos. Al ver Jesús a su madre, presente allí,
junto a la cruz, evocó toda una estela de recuerdos gratos que habían vivido
juntos en Nazaret, en Caná, en Jerusalén, sobre sus rodillas había aprendido el
shema, la primera oración con que un niño judío invocaba a Dios, agarrado de su
mano, había ido muchas veces a la pascua de JerusaléN, habían hablado tantas
veces en aquellos años de Nazaret, que el uno conocía todas las intimidades del
otro. En el Corazón de la madre se habían guardado también cosas que ella
no había llegado a comprender del todo. Treinta y tres años antes había subido
un día de febrero al templo, con su hijo entre los brazos, para ofrecérselo al
señor, fue precisamente aquel día, cuando de labios de un anciano sacerdote oyó
aquellas palabras:
“a ti, mujer, un día, una espada te atravesará el alma”.
Los años habían pasado pronto y nada había sucedido hasta entonces, en la
cruz se estaba cumpliendo aquella lejana profecía de una espada en su alma, pero
la presencia de María junto a la cruz no es simplemente la de una madre junto a
un hijo que muere. Esta presencia va a tener un significado mucho más
grande. Jesús en la cruz le va a confiar a María una nueva maternidad. Dios
la eligió desde siempre para ser madre de Jesús, pero también para ser madre de
los hombres. Pueblo creyente, aquí tienes a tu madre.
Cuarta palabra:
“¿Dios mío, Dios mío porque me has
desamparado?” (marcos
15:34)
Son casi las tres de la tarde en el calvario y Jesús está haciendo los últimos
esfuerzos por hacer llegar un poco de aire a sus pulmones. Sus ojos están
borrosos de sangre y sudor. Es una oración tomada del salmo 22, que
probablemente recitó completo y en arameo (“Eli, Eli Lama Sabachthani”), lo cual explica la confusión de los
presentes que creyeron ver en esta súplica una llamada de auxilio a Elías. Esto
es un acto de profunda soledad y alejamiento de su padre. Este es el punto mas
profundo de la cruz. Probablemente este sea el texto más misterioso. ¿Cómo
es posible que Dios desampare al justo? ¿Cómo es posible que Dios
se separe de su hijo? ¿Cómo es posible que Dios se separe de sí mismo?
Señala
el profundo abismo que existe entre Dios y la humanidad.
Jesús
revela que en el sentido más profundo de la palabra, todos estamos
desamparados.
Jesús
se identifica con nosotros. El desamparo de Jesús es el nuestro y su muerte es
la nuestra.
Esta "primera
palabra" pronunciada por el Dios crucificado es, más que un
reproche hacia Dios, la oración del justo que sufre y espera en Dios; Jesús, en
lugar de desesperar y olvidarse de Dios, clama al Padre pues confía en que él
lo escucha, pero Dios no responde, porque ha identificado a su hijo con el
pecado por amor a nosotros y este debe morir, Jesús, colgado en la cruz, es
rechazado ahora por el Cielo y por la Tierra, porque el pecado no tiene lugar. Cuantas veces en nuestras vidas hemos
sentido el abandono de Dios. ¿Por qué a mí? ¿Por
qué ahora? ¿Qué hice señor? preguntas y preguntas como la del Cristo
que encuentran como respuesta el silencio de Dios. Por lo general, es la mejor
respuesta que nos puede dar, pero no lo entenderemos hasta que sepamos que del
silencio brota la resurrección. Y en este momento, incorporándose, como
puede, grita: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”. No
había gritado en el huerto de los olivos, cuando sus venas reventaron por la
tensión que vivía. No había gritado en la flagelación, ni cuando le colocaron
la corona de espinas. Ni siquiera lo había hecho en el momento en que le
clavaron a la cruz. Jesús grita ahora. Jesús, aquel a quien el Padre
en el Jordán y en el tabor había llamado: “mi hijo”, “mi predilecto”, “mi
amado”, Jesús en la cruz se siente abandonado de su padre. ¿Qué misterio es éste? ¿Cuál es
el misterio de Jesús abandonado, que dirigiéndose a su padre, no le llama “Padre”,
como siempre lo había hecho, sino que le pregunta, como un niño impotente, que
por qué le había abandonado?, ¿Por qué Jesús se siente abandonado de su padre?
por el Padre al cual él debía de cumplir una misión de amor; dar la vida para
que muchos vivan. Me gustaría poder ayudarte a conocer un poco y sobre todo, a
contemplar todo el misterio tremendo, y a la vez inmensamente grande, que Jesús
vive en este momento. Este momento de la pasión de Jesús, en que se siente
abandonado de su mismo Padre, es lo más doloroso para él de toda la redención. El
verdadero drama de la pasión de Jesús lo vivió en este abandono de su Padre. Y
la pasión de Jesús, hijo bendito del Padre, es el misterio que no tiene nombre,
que no hay palabras para describirlo, no lo es simplemente por los azotes, ni
por la sangre derramada, ni por la agonía o por la asfixia, sino porque nos
hace entrar en el misterio de Dios. Y en este abandono de Jesús,
descubrimos el inmenso amor que Jesús tuvo por los hombres y hasta dónde fue
capaz de llegar por amor a su Padre, porque todo lo vivió por haberse ofrecido
a devolver a su Padre los hijos que había perdido y por obediencia a él, se
entrega a la muerte.
Quinta palabra:
“tengo sed” (Juan 19:28)
Es la expresión de un ansia de Jesús en la cruz. Se trata, en primer término,
de la sed fisiológica, uno de los mayores tormentos de los crucificados, la
palabra está tomada de los salmos 19:21; 68: 22:15 y 21:16, se interpreta en
sentido alegórico: la sed espiritual de Jesús de consumar la redención para la
salvación de todos, cuadra con la estructura del cuarto evangelio y nos evoca
la sed espiritual que Cristo experimentó junto al pozo de la samaritana, muestra
la humanidad de Jesús, es un hombre real, no un fantasma sino un ser humano
verdadero, su dolor fue tan real como el nuestro, el vinagre (Marcos
15:23) vino mezclado con sidra, se le daba al crucificado para endrogar al
penitente, se le daba para que la pena del crucificado no fuera tan amarga. El
vino ayudaría al crucificado a olvidar su dolor. Muchas personas desean escapar
su dolor en las drogas y el alcohol. Cristo nos enseña otro camino: Jesús
enfrentó su futuro, ante la copa que estaba tomando, Jesús se negó a tomar el
vino que se le ofrecía.
Esta "quinta palabra" es lo más pequeño que Jesús gritó desde la
cruz, pero una de las cosas más humanas y más profundas. La sed es algo
profundamente humano y natural, tan necesario para conservar la vida tanto casi
como la misma existencia de Dios que nos conserva; pero la sed de Cristo es
mucho más profunda no puede ser calmada solo con agua, es la sed de que todos
sus hermanos puedan tener agua y comida suficiente... es la sed de los pobres
de ayer, de hoy y de siempre. ¿Nos preocupamos de calmar la sed de
nuestro pueblo?
Uno de los más terribles tormentos de los crucificados era la sed.
La deshidratación que sufrían, debido a la pérdida de sangre, era un tormento
durísimo. Y Jesús, por lo que sabemos, no había bebido desde la tarde anterior.
No es extraño que tuviera sed; lo extraño es que lo dijera, la sed que
experimentó Jesús en la cruz fue una sed física. Expresó en aquel momento estar
necesitado de algo tan elemental como es el agua, y pidió, “por favor”, un poco
de agua, como hace cualquier enfermo o moribundo.
Jesús se hacía así solidario con todos, pequeños o grandes, sanos o enfermos,
que necesitan y piden un poco de agua y es hermoso pensar que cualquier ayuda prestada
a un moribundo, nos hace recordar que Jesús también pidió un poco de agua antes
de morir. Pero no podemos olvidar el detalle que señala el evangelista San
Juan: Jesús dijo: “tengo sed”. “para
que se cumpliera la escritura”, dice San Juan (Juan.19,28), Jesús habló en
esta quinta palabra de “su sed”. Aquella sed que vivía él cómo
redentor, Jesús en aquel momento de la cruz, cuando está realizando la
redención de los hombres, pedía otra bebida distinta del agua o del vinagre que
le dieron. Poco más de dos años antes, Jesús se había encontrado junto al
pozo de Sicar con una mujer de Samaria, a la que había pedido, “dame de beber”, pero el
agua que le pedía no era la del pozo, era la conversión de aquella mujer. Ahora,
casi tres años después, San Juan que relata este pasaje, quiere hacernos ver
que Jesús tiene otra clase de sed, es como aquella sed de samaria. “la sed del cuerpo, con Ser grande es
limitada". "la sed espiritual es infinita”. Jesús
tenía sed de que todos recibieran la vida abundante que él había merecido, de
que no se hiciera inútil la redención, sed de manifestarnos a su Padre, de que
creyéramos en su amor, de que viviéramos una profunda relación con él. Porque
todo está aquí: en la relación
que tenemos con Dios.
Sexta palabra: consumado es (Juan 19:30)
“Todo está cumplido”
Se puede
interpretar como la proclamación en boca de Jesús del cumplimiento perfecto de
la sagrada escritura en su persona. Esta palabra pone de manifiesto que Jesús
era consciente de que había cumplido hasta el último detalle su misión
redentora. Es el broche de oro que corona el programa de su vida: cumplir la
escritura haciendo siempre la voluntad del Padre (Mateo 5,17 ss.; 7, 24 ss.; le
22,42; lo 4,34). Es una declaración de victoria. Jesús había cumplido su
misión, había conseguido el propósito para el que fue enviado, la salvación de
su pueblo, con su obediencia perfecta, Jesús cumplió la Ley en toda su
totalidad, durante su vida Jesús guardó la Ley en toda su perfección, es lo que
llamamos “obediencia activa”;
en su muerte en la cruz, Jesús llevó el castigo que requería la ley de todos
aquellos que rompían sus ordenanzas. Jesús logró ambas cosas a favor nuestro. Por
medio de su vida y su muerte podemos ser justificados delante del Dios Padre. Somos
justos porque su justicia es contada a nosotros por medio de la FE, somos
libres de condenación porque la culpa por todos nuestros pecados fue puesta
sobre los lomos de Jesús y por eso podemos ser libres de condenación. Jesús
hizo una obra completa nos aseguró la vida eterna. Jesús fue no solamente
el cordero sino también el sumo sacerdote, gracias a la muerte de Jesús hoy
podemos nosotros allegarnos a Dios por medio de Jesús. No hay acusación,
el abismo de separación entre Dios y los hombres ha desaparecido, Jesús en la
cruz revela la justicia divina, abre la puerta al Cielo a todo aquel que le
cree a ÉL.
"todo está cumplido" y
murió... Si hubiéramos seguido paso a paso el drama de la vida de Jesús
como en una telenovela, en este momento deberíamos romper en llanto, porque el
autor y actor principal ha muerto, para una película este no sería un buen final,
pues muere el protagonista, pero como esto no es ni una telenovela ni una
película, tratándose de la vida real, o de "la mas real de las vidas", nos
acongojamos y sufrimos por la muerte de nuestro redentor, pero por uno de esos
misterios tan grandes de nuestro existir, la vida posee una ambigüedad tan
grande que a la vez nos alegramos por la muerte, porque sabemos que luego viene
la resurrección y la vida definitiva junto al Padre. ¿Jesús finaliza su
misión entre nosotros? nos ha dado su mensaje y algunos, aunque sin entenderlo
mucho, han hecho caso al llamado y se han empapado del mensaje del Reino y de
la Misericordia del Padre, ahora nos toca a nosotros, somos los portadores de
un mensaje que no es nuestro, el mensaje de que "todo se ha cumplido" y la redención fue
consumada por Jesús desde la cruz y la resurrección.
Estas palabras no son las de un hombre acabado, no son las palabras de
quien tenía ganas de llegar al final, son el grito triunfante del
vencedor. Estas palabras manifiestan la conciencia de haber cumplido hasta
el final la obra para la que fue enviado al mundo: “dar la vida por la
salvación de todos los hombres”. Jesús ha cumplido todo lo que debía hacer,
vino a la Tierra para cumplir la voluntad del Padre y la ha realizado hasta el
fondo. Le habían dicho lo que tenía que hacer y lo hizo. Le dijo su Padre
que anunciara a los hombres la pobreza y nació en belén, pobre. Le dijo que
anunciara el trabajo y vivió treinta años trabajando en Nazaret. Le dijo
que anunciara el reino de Dios y dedicó los tres últimos años de su vida a descubrirnos
el milagro de ese Reino, que es el Corazón de Dios. La muerte de Jesús fue
una muerte joven; pero no fue una muerte, ni una vida malograda. Sólo tiene una
muerte malograda, quien muere inmaduro, aquel a quien la muerte le sorprende
con la vida vacía, porque en la vida sólo vale, sólo queda aquello que se ha
construido sobre Dios. Y ahora Jesús se abandona en las manos de su Padre. “Padre, en tus manos pongo mi espíritu”. Las
manos de Dios son manos paternales. Las manos de Dios son manos de salvación y
no de condenación. Dios es un Padre. Antes de Jesús, sabíamos que Dios
era el creador del mundo, sabíamos que era infinito y todopoderoso, pero no
sabíamos hasta qué punto Dios nos amaba, hasta qué punto Dios es Padre, el Padre mas Padre que
existe. Y Jesús sabe que va a descansar al Corazón de ese Padre.
Séptima
palabra:
“Padre, en tus manos entrego mí espíritu” (Lucas
23:46)
Esta
palabra expresa la oblación de la propia vida, que Jesús pone a disposición del
Padre. Evoca el (salmo 30.6), en que el justo atormentado confía su vida al Dios
bondadoso y fiel. En Jesús toda se había cumplido, sólo quedaba morir, lo que
acepta con agrado y libremente. Esteban, protomártir cristiano, que imitó a Jesús
en la primera palabra, lo hizo también en esta última, encomendando su espíritu
en el señor Jesús (hechos 7:59). Abba,
una palabra intima para referirse al “Padre”. Jesús dando cumplimiento a la
profecía (salmo 22:8) puso su espíritu en manos de su Padre amado, Jesús pone
su espíritu el cual salía de su cuerpo en aquella hora, al cuidado del Dios Padre. Las
últimas palabras de Jesús nos muestran un principio que todos los que tenemos a
Dios como Padre podemos seguir. Cuando llegue el momento de partir de este
mundo, digamos tal como Jesús mismo dijo, “Padre, en tus manos entrego mi
espíritu”. Esteban pudo hacerlo, quiera Dios que nosotros también podamos en su
debido momento. Nosotros debemos intentar que cada día de nuestras vidas
esté en las manos del Padre. Lamentablemente en nuestro tiempo esto parece
volverse imposible, nuestra cultura no entiende que los tiempos de Dios no son
los nuestros y en cada momento confiamos mas en nuestras fuerzas que en las de Dios.
Hoy parece que vivimos como si Dios no existiera, o por lo menos como si no
tuviera influencia en nuestras vidas, hemos tomado solos las riendas de
nuestras vidas y nos ha ido bastante mal pues no hemos puesto nuestro espíritu
en las manos del Padre. ¿Cuántas veces he empezado algo agradecer antes la
vida? ¡Y después me quejo de cómo me va! todas esas veces fui crucificado, pero
sin esperanzas de resurrección, pues ¿quién nos da la vida?
Y el que había temido al pecado y había gritado: “¿por qué me has abandonado?”,
no tiene miedo en absoluto a la muerte, porque sabe que le espera el amor
infinito de su Padre. Durante tres años se lanzó por los caminos y por las
sinagogas, por las ciudades y por las montañas, para gritar y proclamar que
aquel, a quien en la historia de Israel se le llamaba “el Elohim”, “el Eterno”,
“el sin nombre”, sin dejar de ser aquello, era su Padre. Y también, nuestro Padre
y el hecho de que tenga alrededor de siete mil millones de hijos en el mundo,
eso no impide que a cada uno de nosotros nos mime y nos cuide como a un hijo
único y salvadas todas las distancias, también nosotros podemos decir, lo mismo
que Jesús: “Dios es mi padre”,
“los designios de mi Padre”, “la voluntad de mi Padre” y si es cierto que es un
Padre todopoderoso, también es cierto que lo es todo cariñoso y en las mismas
manos que sostiene el Mundo, en esas mismas manos lleva escrito nuestro nombre,
mi nombre. Y, a veces, cuando la gente dice: “yo estoy solo en el mundo”,
“a mí nadie me quiere”, el, el Padre del Cielo, responde: “No. eso no es cierto,
Yo siempre estoy contigo”. Hay que vivir con la alegre noticia de que Dios
es el Padre que cuida de nosotros. Y, aunque a veces sus caminos sean
incomprensibles, tener la seguridad de que él sabe mejor que nosotros lo que
hace. Hay que amar a Dios, sí. Pero también hay que dejarse amar y querer por Dios. En
las manos de ese Padre que Jesús conocía y amaba tan entrañablemente, es donde
él puso su espíritu.
“Conclusión”:
Cuando Cristo dijo su última palabra, en la biblia se explica que el velo del
templo se rasgó. Ya no más había que ir a Jerusalén una vez al año para ofrecer
un sacrificio el día de la expiación. El sacrificio perfecto ha sido completado
y tanto usted como yo tenemos acceso a la presencia de Dios por medio de Jesús. "Único puente
entre Dios y los hombres". Si usted todavía no ha tomado el
beneficio de este sacrificio perfecto, hoy Jesús le extiende una invitación
para que se beneficie de este sacrificio. “si oyeres hoy su voz, no endurezcáis
vuestro corazón”. Acepta a Jesús como tu señor personal; y entrégale tu corazón
y tu espíritu para que tengas vida abundante, en esta tierra y en la eternidad
con él.
Fuente:
Prédicas y conferencias
REIKI MASTER
GALICIA-Lugo