La historia del mundo no sería la misma sin el caballo. Sin
él ni los españoles hubieran conquistado América como lo hicieron, ni el Oeste
se hubiera colonizado, ni Gengis Khan hubiera dominado Asia, ni mil cosas más.
La colaboración del noble bruto ha sido crucial para la historia de la
humanidad. Pero si en el plano material su importancia es enorme no lo es menos
en otros planos. Así el diccionario de símbolos de Jean Chevalier se dedica
siete páginas a hablar del simbolismo de este animal, y es que en todas las
culturas aparece la idea del caballo como algo especial. No se trata de
comentar lo que dice Chevalier en su gran libro sino que se va a dar un enfoque
diferente.
En primer lugar el caballo engrandece al hombre. Frente al
infante que va a pie, el caballero tiene una posición elevada, ello le confiere
más fuerza, más poder, más gallardía. Pero esta posición superior le obliga a
tener que definirse en el uso de su superioridad, es decir el caballero tiene
que posicionarse hacia la dirección en la que va a dirigir sus pasos. Según los
japonenses el montar a caballo desarrolla el punto “hara” y hace que del hombre
salga lo mejor y lo peor. Así frente a los principios de las órdenes de
caballería, es decir sólo para aquellos que va a caballo, se incluyen conceptos
tan nobles como valor, justicia, caridad, fe, coraje, humildad, generosidad,
nobleza, franqueza y tantas otras virtudes del bien. Pero frente a estas
fuerzas del bien también existen caballeros del mal y así vemos como los
grandes peligros de la humanidad: la muerte, la peste, el hambre y la guerra
cabalgan a caballo siendo los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Quien va a caballo se sabe superior, pero esa superioridad nunca
debe ser manifestada ni ostentosa, y es por ello que se exige la humildad al
caballero, para que siendo más fuerte sea benévolo con los derrotados, siendo
más poderoso sea caritativo con los humildes. Quien no actúa así no merece el
nombre de caballero. El caballo ensalza al hombre pero este debe estar a la
altura.
Ejemplo simbólico de lo dicho lo tenemos en la conversión de
San Pablo, en que este cae del caballo. La caida del caballo es un mensaje de:
no eres un ser superior para aplastar al prójimo, sino que debes tocar tierra y
estar con los hombres, servirlos y guiarlos, porque la grandeza no reside en la
fuerza, reside en el corazón.
Otro hecho importante del caballo es que nos permite ir más
allá en el plano físico y en el espiritual. Y de la misma manera que viajamos
por la tierra, el caballo simbólicamente permite viajar a otras dimensiones. Es
así animal psicopompo, es decir animal que conduce las almas hacia el Cielo o
al infierno, a otra dimensión. Ello hizo que en muchas culturas se sacrificasen
los caballos a la muerte de su propietario para que este sea acompañado por su
montura de confianza.
Algo parecido vemos entre los musulmanes que dicen que Alá
subió al paraíso a lomos de un caballo.
El caballo representa una transformación y lleva a la misma a
su jinete. Si el caballo es un animal herbívoro y por lo tanto temeroso, al
lado del hombre se vuelve un animal valiente, dispuesto a todo. Así podemos
leer en el libro de Job (39,21-22):
"Golpea en el suelo seguro de su fuerza,
Se lanza con brío a la batalla,
Se ríe del miedo y nada teme,
No retrocede ante la espada".
Hay una simbiosis, una fusión para el crecimiento espiritual
y material, caballero y caballo no son dos, son uno, como la mítica criatura
del centauro.
Remitimos al libro citado “Diccionario de los símbolos” de
Jean Chevalier a quien quiera profundizar más en el tema pues allí se explica
su importancia simbólica en muchas culturas.
Y es que hay mucho de mágico en el caballo, algo que más que
por conocimiento se entiende al sentir y vivir la fuerza, entrega, confianza y
amor que nos da el trato con tan noble animal.
Antonio Fernández González
No hay comentarios:
Publicar un comentario