La idea aportada por la mecánica newtoniana de que el
universo está compuesto de bloques materiales separados se quedó anticuada a
principios del siglo XX. Nuestros científicos han presentado abundantes
evidencias que demuestran que todos estamos interconectados
de forma permanente; no somos seres separados, sino individualizados. Sólo
nuestras viejas costumbres newtonianas de pensar nos conducen a estos conceptos
de separación del todo. Sencillamente, no son verdaderos. Permítame que se muestre
un ejemplo de lo que puede lograrse interpretando la autorresponsabilidad desde
el punto de vista de la separación.
Supongamos que un niño pequeño enferma de SIDA a causa de una transfusión de
sangre. Si se interpreta este caso desde el punto de vista de la separación
podríamos considerarlo como una pobre víctima.
Examinado desde la versión popularizada de la autorresponsabilidad, la reacción
podría expresarse así: Bien, él lo ha originado, por tanto, es culpa suya. Sin
embargo, desde la perspectiva del holismo diríamos: ¡Qué dura lección han
elegido esa valiente alma y su familia para aprender de su mayor realidad!
¿Qué puedo hacer para ayudarles en todo lo posible? ¿Cómo
puedo amarles mejor? ¿Cómo puedo ayudarles a recordar quiénes son? Cualquiera
que considere la vida de esta manera no encontrará contradicciones entre la
responsabilidad y el amor, pero sí una gran diferencia entre la responsabilidad
y la culpa.
El punto de vista de la individualización y el holismo prometen respeto y
aceptación de cualquier cosa que experimenten otros seres humanos. Por contra,
frases como ¡Tú creaste tu cáncer; yo no hubiera hecho algo así! se dicen desde
la perspectiva de la separación, no de la individualización. La separación
promueve miedo y victimismo; un miedo y un victimismo que sólo cuentan con el
apoyo de la lesión de ausencia de poder. La responsabilidad y la aceptación promueven poder
desde dentro para crear la propia realidad. Así, si el lector tuviera algo que
ver inconscientemente en hacer que las cosas sean como son, tendría muchísimo
que ver con la creación de las cosas de la forma que desea que sean. Veamos con
mayor claridad el proceso del olvido.
Cuando somos niños, los que nos rodean sólo verifican una
pequeña parte de nuestra experiencia interna. Esto crea una lucha interior
entre la propia conservación y la confirmación procedente de los demás. Durante
la infancia necesitábamos muchísima confirmación: estábamos en una fase de
aprendizaje y éste se basaba en la confirmación que nos llegaba del mundo exterior.
En consecuencia, o creábamos mundos secretos de fantasía
o rechazábamos gran parte de la realidad interna no confirmada y encontrábamos
la forma de almacenarla para poderla verificar más tarde. Otra forma de
explicar el proceso es que bloqueábamos y manteníamos al margen nuestras
experiencias, fueran éstas imágenes, pensamientos o sentimientos. El bloqueo
nos separaba de forma efectiva, como un muro, de aquella parte de la
experiencia, al menos temporalmente. Nos tapiábamos para separarnos de nosotros
mismos. Lo cual constituye otro modo de decir que olvidamos quiénes somos.
El efecto de estos bloques, cuando se contemplan desde el
punto de vista aural, es alterar el saludable flujo de energía que corre por el
campo aural, lo que desemboca en la enfermedad. Se convierte en lo que a veces
se denomina alma-sustancia estancada. Son las «manchas» de energía-conciencia
que se separan del resto de nosotros.
Examinemos el proceso empleando la idea de la Gestalt sobre la pared.
Cuando el lector experimenta alguna incomodidad, lo que está experimentando es,
en cierto modo, la pared que levantó entre su yo integrado mayor y una parte de
sí mismo. Esa pared sirve para contener una parte de usted en la que no desea
integrar su experiencia en tal momento. Con el tiempo, la pared se convierte en
muro y usted olvida que lo que se ha tapiado es una parte de sí mismo; es
decir, ha creado más olvidos.
Empieza a dar la sensación de que lo que ha
quedado emparedado es algo procedente del exterior; parece que el muro impide
que salga alguna fuerza externa pavorosa. Estas paredes internas se crean a lo
largo de eones de experiencias del alma. Cuanto más tiempo permanezcan, más
parecen guardar algo que no sea el yo separado del yo. Cuanto más tiempo se
mantengan, mayor sensación darán de que crean seguridad, pero solidificarán en
mayor medida la experiencia de la separación.
Por fortuna, nadie puede engañarse todo el tiempo, por lo
que tarde o temprano acude al pensamiento la idea contraria: No soy superior,
luego debo ser inferior. Ello crea en la persona un estancamiento mental que
también constituye una deformación de la estructura del
cuerpo mental. Se produce una división de la fuerza vital en dos corrientes
directamente opuestas y la persona cae en una división dualista.
Otro ejemplo de este conflicto es: No puedo hacerlo y sin
embargo, lo puedo hacer. Por tanto, tenemos un estancamiento mental en el
cuerpo mental. Este estancamiento se expresa en forma de energía y vibraciones
y, si el individuo no lo soluciona, puede llegar a convertirse en un tipo de
pensamiento disociado y caer en la inconsciencia. Esto afectará al cuerpo
emocional (por medio de la vibración inducida descrita más arriba) y causará
miedo, debido a que la persona es incapaz de resolver el problema.
Dicho miedo se deriva de la irrealidad, por lo que es
inaceptable para la persona; en consecuencia, queda bloqueado y puede
convertirse igualmente, transcurrido algún tiempo, en inconsciente. Como ya no
existe un flujo libre de los sentimientos en el cuerpo emocional, donde
aparecerán nuevas manchas oscuras de energía estancada o muy débil, esta
interrupción se precipitará al cuerpo etéreo en forma de líneas de fuerza
luminosa enmarañadas o desgarradas. Teniendo en cuenta que sobre este conjunto
de líneas de fuerza o estructura en rejilla crecen las células del cuerpo
físico, a éste se transmitirán los problemas del cuerpo etéreo que lo harán
enfermar.
El miedo podría alterar el etéreo en el plexo solar, dando lugar a una
sobrecarga del yin en esa área si la persona es incapaz de resolver este dilema
concreto. Si se deja que persista, la alteración provocará trastornos en el
metabolismo de las energías químicas del cuerpo físico, lo que hará que los
sistemas físicos se desequilibren y, en su momento, enfermen. En nuestro
ejemplo, la sobrecarga del yin en el plexo solar podría provocar un aumento de
la acidez estomacal susceptible de degenerar en úlceras.
Así, las energías desequilibradas de los cuerpos superiores del sistema
afectado se van transmitiendo progresivamente en descenso hacia los cuerpos
inferiores, hasta provocar la enfermedad en el cuerpo físico. La sensibilidad
del sistema enfermo a las sensaciones corporales se ha reducido, y ello puede
conducir a una falta de sensibilidad con respecto a las necesidades corporales,
lo que se manifiesta, por ejemplo, en la adopción de una dieta inadecuada que
puede crear un bucle negativo de realimentación de energías aún más
desequilibradas. Cada cuerpo alterado o desequilibrado tiene un efecto
perjudicial sobre su vecino superior inmediato. Esta enfermedad tiende a crear
una mayor patología.
Las observaciones que he realizado a través de la elevada percepción sensorial
demuestran que en las capas
del campo con números pares la enfermedad adopta la forma de los bloqueos,
infracargados, sobrecargados o con energía oscura obstruida. En las capas
estructuradas del campo, la enfermedad adopta la forma de desfiguración,
alteración o enmarañamiento.
Puede que aparezcan orificios en la estructura en rejilla o en cualquiera de
las capas de números impares del aura.
Los fármacos afectan enormemente al aura. Se han visto formas de energía oscura
en el hígado producidas por las medicinas ingeridas para curar enfermedades
anteriores. Durante varios años después de haberse curado supuestamente, la
hepatitis deja un color amarillo naranja en el hígado. Se ha visto la
pintura radio-opaca que se inyecta en la espina dorsal para diagnosticar una
lesión diez años después de haberse aplicado, aunque se supone que desaparece
del cuerpo en uno o dos meses. La quimioterapia obstruye todo el campo aural,
especialmente el hígado, con una energía de aspecto mucoso pardo verdoso. La
radioterapia achicharra las capas estructuradas de dicho campo como si fuera
una media de nailon quemada. La cirugía deja cicatrices en la primera capa del
campo y, en ocasiones, en todas sus fases hasta la séptima capa. Se pueden
curar estas cicatrices, deformaciones y obstrucciones con el apoyo a la
autocuración del cuerpo físico; si se dejan deformadas, dicho cuerpo tendrá
muchas más dificultades para curarse a sí mismo.
Después de extirparse un órgano todavía es posible
reconstruir el órgano etéreo, que servirá para mantener la armonía en los
cuerpos aurales situados por encima del cuerpo físico. Imagino que algún día,
con un conocimiento más amplio del campo aural y de la bioquímica, podremos
hacer que los órganos extirpados vuelvan a crecer.
Como los chakras son los puntos de máxima ingesta
energética, constituyen puntos focales de equilibrio muy importantes dentro del
sistema energético. Si un chakra está desequilibrado, el resultado será una
enfermedad. Cuanto mayor sea su desequilibrio, más grave será la dolencia.
Los
chakras parecen torbellinos de energía formados por cierto número de
conos espirales de energía más pequeños. Los chakras adultos están
recubiertos por una pantalla protectora.
En un sistema sano, dichos conos
espirales giran rítmicamente en sincronía con los demás, sorbiendo energía del
CEU hacia el interior para que la utilice el cuerpo. Cada cono está sintonizado
a una frecuencia específica que precisa el cuerpo para funcionar
saludablemente. Sin embargo, en un sistema enfermo estos torbellinos no
trabajan sincronizados. Los conos energéticos espirales que los forman pueden
ser rápidos o lentos, espasmódicos o ladeados; en ocasiones es posible observar
fracturas en la pauta energética.
Un cono espiral puede estar parcial o totalmente
desplomado o invertido. Estas alteraciones se relacionan con alguna disfunción
o patología del cuerpo físico en esa área. Por ejemplo, Schafica Karagula
indicaba en Breakthrough lo creativity, refiriéndose
a un caso de alteración cerebral, que uno de los torbellinos más pequeños del
chakra de corona se derrumbaba. También la matriz situada dentro del cerebro
del individuo mostraba huecos que la energía había saltado. Estos huecos de
chispa correspondían a la parte del cerebro extirpada quirúrgicamente.
En el caso del corazón roto, John Pierrakos informa haber
observado alteraciones en los chakras cardiacos de pacientes afectados de
angina de pecho o alguna otra enfermedad cardiovascular. En vez de ser
torbellinos brillantes, girando a gran velocidad, los chakras parecían estar
obstruidos con una sustancia oscura e inactiva.
Los chakras desfigurados por energías psicológicas no asimiladas correctamente
tienen una gran repercusión en la salud físico-mental del Ser humano. El
chakra del plexo solar tiene ocho torbellinos más pequeños. Pueden estar
situados a los costados del cuerpo, en cuadrantes que parecen muelles que han
saltado, este es un ejemplo, de un chakra, en todos suceden situaciones si no
iguales, de una gran similitud, que se han comprobado por experiencias propias
de terapeutas de Reiki de renombre internacional. En conclusión las
desfiguraciones de los chakras cuando la enfermedad ha traspasado el límite de
su comienzo, se observa que para cada una la modalidad que toman sus
respectivos chakras es similar para cada paciente en la misma enfermedad.
Se ha observado con frecuencia en el primer chakra, en los casos en que se ha
conectado la energía al suelo, principalmente por una pierna, mientras que la
otra es débil. Esto se suele asociar también con un coxis que ha quedado
bloqueado por un lado. Esto muchos otros ejemplos nos hace pensar que cada
torbellino de un chakra aporta energía a un órgano específico. Los chakras,
suelen producir distintas configuraciones, muchas de ellas, son simples
desalineaciones estructurales. Se han visto chakras literalmente arrancados al
exterior, muy expandidos o con su tamaño muy reducido.
Todos desembocarán en enfermedad en uno u otro momento, y
todos guardan relación con una conciencia energética o expresión del sistema de
creencias y de la experiencia del individuo. En otras palabras, la enfermedad
en cualquier capa del campo hallará su expresión en ese nivel de conciencia, y
cada expresión constituye alguna forma de dolor, sea físico, emocional, mental
o espiritual. El dolor es el mecanismo incorporado que nos alerta para que
corrijamos una situación. Llama la atención sobre el hecho de que algo anda mal
y obliga a tomar medidas al respecto. Si no lo hacemos, si seguimos sin dar
importancia a lo que sabemos que deseamos o necesitamos hacer, llegará un
momento en que el dolor nos ayudará a realizarlo. El dolor nos enseña a pedir
ayuda partiendo de tal premisa, ha de considerarse que, la curación es una
clave para la educación del alma.