Cuantas veces uno piensa o comenta
algo y después se da cuenta que ya lo dijeron otros hace miles de años, en un
principio uno siente como un vacío, porque como se suele decir le ganaron de
mano. Como si decir cosas buenas o de mal gusto fuera una competición, que al
que llega primero le da un premio. Después cuando lo analizamos mas
profundamente, uno se pone contento porque dos personas o mas piensan lo mismo.
Después está lo que pudimos decir,
porque lo hemos leído en un libro, así es fácil, está el que dice lo leí y el
que no dice nada, es decir que sus dichos han sido robados de una lectura de
otro y se cree que somos analfabetos en el sentido de que no leemos como se
debe.
“El saber no ocupa lugar” como el
refrán lo expresa, pero lo que es muy importante es saber lo que se lee, no
superficialmente sino llegar al mensaje que en lo profundo nos llega de ese
libro, nota, informe o cual fuere lo que estamos leyendo para que llegue a
nuestro Interior y ahí sí, podremos analizar e interpretar lo que estamos leyendo
y encontrar su fundamento.
No hay libros malos, lo que hay son
escritores que no tienen razón de serlos por su mediocridad; o quizás los malos
seamos nosotros mismos que los leemos. “Un libro es como un cajón de un mueble,
si adentro hay cosas útiles, uno lo abre a menudo y si dentro hay banalidades no
se abre, con las banalidades que hay afuera alcanza”.
Antonio Fernández González
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